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Íñigo Asiain: «El teatro es ese momento en que todo cobra sentido»

Entrevistamos a Íñigo Asiain, que interpreta los sábados en el Teatro Galileo La verdad de los domingos. Entrevistamos a Íñigo Asiain, que interpreta los sábados en el...

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La verdad de los domingos, la obra escrita por Juan Bey que ya triunfara en México y en su primera temporada madrileña, vuelve al Teatro Galileo protagonizada por Íñigo Asiain en el papel de Héctor Sinisterra, coach y escritor de libros de autoayuda, que nos descubre en el acto de presentación de su ultimo libro la verdad de los domingos.

Íñigo Asiain desgrana durante algo más de una hora de charla con el público pequeñas y grandes verdades universales. Y también mentiras, de las que decimos a los demás y, sobre todo, de las que utilizamos para engañarnos a nosostos mismos. Todo de un modo distendido y natural, y es que al fin y al cabo la interpretación no deja de ser el acto por el que un semejante se sube a un scenario para hablar de las mismas cosas que a todos nos preocupan.

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En La verdad de los domingos no estamos sin embargo ante una mera comedia de sketch y entretenimiento, sino ante unas lineas exigentes y comprometedoras para el público y para el actor, y que Íñigo Asiain logra hacer propias de un modo impecable, interactuando con el público hasta el punto de hacerle olvidar el propio ejercicio interpretación. Y es que Íñigo Asiain sabe perfectamente lo que quiere y el modo de lograrlo, sabe arriesgar y gana. El ejercicio de interpretación de Íñigo Asiain es un ejemplo de lo que sucede sobre las tablas cuando se combinan buena técnica y muchas horas de trabajo.

Sobre la trayectoria de Íñigo Asiain es poco todo lo que se diga. Con solamente 16 años ya es reconocido en su natal Pamplona como campeón navarro de teatro y se traslada al poco tiempo para formarse en arte dramático, primero en Madrid y posteriormente licenciándose en la Universidad de Kent (Canterbury, Reino Unido) y especializándose con profesionales de la talla de Paul Farrington, Helen Rowson, Alexandra Morales, Antonio Queimadelos, Xavier Rivera o César Belda. Desde entonces hemos disfrutado de su trabajo en television, cine y teatro initerrumpidamente, en montajes como “101 dálmatas”, “El zorro”, “We will rock you”, “La venganza de Don Mendo” o en la Compañía Nacional de Teatro Clásico con piezas como “Don Gil de las calzas verdes”, “Del Rey abajo, ninguno” y “Las manos blancas no ofenden”. Más recientemente le hemos visto en espectáculos musicales como “Hansel y Gretel, un cuento musical”, “Caperucita roja, el musical”, “Los desvaríos del veraneo” o “Las cositas del querer”. Es sin embargo su aparición en series de éxito como “Amar en tiempos revueltos”, “La que se avecina”, “La familia Mata” o “Hispania, la leyenda” lo que ha hecho su rostro reconocible por audiencias de mayor alcance. Un curriculum envidiable que culmina con su labor docente de técnica vocal en la escuela de interpretación de Cristina Rota (Centro de nuevos Creadores) y que ayuda a explicar lo sobresaliente de su trabajo en La verdad de los domingos.

¿Cómo surge la afición teatral de Iñigo Asiain? 

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La afición surge por mi abuela materna, mi yaya. Ella enviudó joven y utilizó el teatro como terapia. Cada verano yo iba a pasar temporadas con ella siempre que podía, y recuerdo un verano en que estas ensayando una revista con un número musical en el que iba vestida de Shirley Temple en color rosa fucsia y que el estribillo decía “¡ay! se levanta la cortina, ¡ay! y entonces se levantaba la falda y mostraba unos pololos con un gran lazo azul en el trasero. Lo ensayaba sin parar con sus compañeras y, finalmente, yo también me introduje en los ensayos. Me divertí muchísimo con mi yaya y fue ahí cuando me picó el gusanillo teatral.

 ¿En qué ha cambiado desde entonces? 

Ufff… Pues estamos hablando de 30 años atrás, así que han cambiado muchas cosas, pero la esencia y ese niño que se sigue divirtiendo y disfrutando como nadie encima del escenario y que ama el teatro (y a su abuela), ese niño sigue ahí, impertérrito.

Ahora además es docente en varias escuelas de interpretación. ¿Qué le aconseja a todos esos jóvenes que quieren hacer de la interpretación una carrera?

Sobre todo les invito a que hagan un ejercicio de honestidad consigo mismos, que piensen reposadamente lo que significa trabajar en la interpretación. Es muy fácil confundir la fama o el dinero con el trabajo de la interpretación. Esta es una profesión de muchas luces y muchas sombras.

 ¿Es más importante lo que no se dice que lo que se dice? 

Como dice la directora del montaje, Sara Pérez, “debemos hacer al público inteligente”. El subtexto y las dobles lecturas son siempre el aliciente, lo que enriquece la palabra. Admiro a los actores que saben hacer puntos de vista, que sin decir nada lo dicen todo y que hacen que el público reflexione con ellos. Creo que enriquece tanto a los personajes como al desarrollo de la trama. Aunque el subtexto siempre debe de estar apoyado de un buen texto, y en este caso, el texto de Juan Bey es magnifico, así que no pudo estar más contento.

El público mexicano ha sido muy generoso y cercano con la obra, como también lo fue la crítica en la primera temporada en Madrid, ¿cómo afronta el reto de volver al teatro Galileo? 

Es un gran reto cargado de mucha responsabilidad. En la temporada pasada el tamdem Juan Bey/Sara Pérez funcionó a la perfección. Fue un trabajo muy reconocido tanto por el público como por la crítica. Yo tuve la ocasión de verlo en dos ocasiones y me enamoré del montaje. Sólo pensé en lo valientes que eran y lo bueno que era el trabajo, y fíjate lo que son las cosas, ahora me veo yo en el lugar de Juan. Lo estoy afrontando desde la honestidad y desde la verdad y sólo espero estar a la altura.

El monólogo tiene siempre algo de introspección, ¿hasta qué punto es la interpretación una terapia? 

Para mi es la terapia, imagínese, lo conocí como tal en la vida de mi abuela. Para mí la interpretación y el teatro es ese momento en que todo cobra sentido, en que no existe otra cosa y en donde los problemas desaparecen. Es el lugar donde soy feliz y donde realizo mis catarsis personales y salgo nuevo, da igual el género.

¿Qué visión tiene su personaje de las relaciones humanas? 

Tiene una visión muy cruda, una visión un tanto amarga por ciertos desencantos personales que le han hecho ver el mundo, y por tanto las relaciones humanas, de una determinada manera.

La función tiene elementos de meta teatro, con un personaje dentro del personaje que implica personalmente al público. ¿Cómo es el proceso de preparación del personaje y estudio del texto? 

En este caso concreto he investigado y visto algún orador y coaches para ver cómo se relacionan con la gente acude a sus charlas, y después he analizado el texto para poder acercarlo a mi y poder hacer ejercicios de sustitución que me pudieran llevar emocionalmente a donde el personaje necesita, y en cuanto al estudio no hay más secreto que meter horas.

Es realmente sorprendente el pacto de ceguera que haces conel público, de otro lado tan próximo e implicado hasta el punto de que algunos espectadores se posicionan frente al texto propuesto.

Al ser un texto tan mordaz, esa cercanía ayuda a establecer la relación con el público y colocarles un espejo delante. Aceptamos que puede ocurrir de todo, incluso que alguien se revuelva en su asiento, pero siempre digo que es major no dejar al public impasible, evitar que se quede indiferente. Personalmente me parece una buena estrategia y, de un modo u otro, confío en que sabremos torear cualquier situación. En el estreno, por ejemplo, había dos personas muy implicadas. Estamos abiertos a que todo esto ocurra, es parte del atractivo de este espectaculo honesto, sin cuarta pared.

Las convenciones sociales, ¿obligación o necesidad? 

Un poco de ambas. Supongo que para cada quien habrá un porcentaje mayor de cada uno de los ingredientes, pero a nuestro alrededor, si observamos un poco, vemos que hay mucha gente que por necesidad de encajar sigue las convenciones sociales y una vez ha entrado en esa vorágine, se ve obligado a mantenerlas o lo que es peor, a seguir sumando y cumpliendo con todas y cada una de las que impone la sociedad aunque eso sólo le lleve a la infelicidad.

El tono de la obra es cómico y ácido en ocasiones, incluso irreverente, con momentos ciertamente arriesgados. Empieza a parecer habitual la autocensura, ¿son malos tiempos para hacer humor? 

Son malos tiempos en general. Todo lo que invite a pensar parece que molesta y da miedo, y el género humorístico invita a la reflexión desde la carcajada, hace de espejo de la sociedad en la que vivimos de una forma que a priori no causa rechazo. Es después, cuando cae la ficha y se han terminado las carcajadas, cuando el público reflexiona acerca de lo que ha visto y comienza a hacerse preguntas y a pensar, y si se piensa demasiado, eso puede molestar muy mucho a determinado tipo de sector y eso no interesa, no vaya a ser que el pueblo salga de este letargo en el que parece que estén inmersos y cambien de ideología o de color y ya no se les pueda engañar más.

No vamos a hacer spoiler pero, ¿qué se encuentra el público que acude a ver La verdad de los domingos? 

Con un espectáculo dinámico, fresco y lleno de verdades. Un espectáculo que invita a reflexionar y que invita al diálogo. Un espacio abierto en el que podemos ser lo que queremos ser y en el que podemos decir lo que realmente queremos decir.

¿Cuál es el secreto que esconde La verad de los domingos? 

Tendrá que descubrirlo los sábados a las 22:30 en el Teatro Galileo.

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