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Javier Bauluz: «Quiero que mis fotos vayan al corazón no al estómago»

Lleva desde los 21 retratando barbaries y guerras, desde el genocidio de Ruanda hasta la ruta que realizan los refugiados en un intento de llegar a Europa. Lleva desde los 21...

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Hay un tipo de periodismo que habla de las tragedias escondidas. Javier Bauluz es el fotoperiodista de la guerra y de las causas perdidas. No le interesan los triunfadores ni el éxito, lleva desde los 21 años apuntando su objetivo a las injusticias ignoradas por los medios, a los rostros y las historias humanas que hay detrás de ellas.  Se encarga de poner cara, nombre y apellidos al drama.

Creó la web Periodismo Humano en marzo de 2010, un medio de comunicación digital sin ánimo de lucro con enfoque de derechos humanos que habla de temas que la mayoría de la gente desprecia o desconoce. En 1995 recibió, junto a tres fotógrafos de la agencia Associated Press, Jacqueline Arzt, Jean-Marc Bouju y Karsten Thielker, el premio Pulitzer por retratar un año antes el genocidio de Ruanda.

Ha visto como se derribaba el muro de Berlin y ha fotografiado cómo se levantaban muros físicos como el de Ceuta, Palestina o los que actualmente cercan Europa, y muros invisibles como el Mediterráneo, y todo el daño que provocan. En sus fotografías hay muchas más historias que contar con fecha y lugar alrededor del mundo.

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Se acerca sonriente y decidido. Pese a tener ya 56 años desprende vitalidad y parece un niño inquieto, llega con ganas de contar y de ser escuchado.

¿Qué te impulsó a dedicarte al fotoperiodismo?

Me retrotraes a hace mucho tiempo –se queda en silencio durante unos segundos- Yo me fui a Londres a fregar platos y a intentar aprender inglés, lo que aprendí al final fue italiano –Se rie- De repente, un día estaba en medio de una manifestación en Hyde Park con una cámara que me habían prestado. Cuando revelé aquellas fotos me di cuenta de lo que quería hacer realmente. Encontré una forma de ganarme la vida que me gustaba, que me iba a permitir ver mundo. Lo que me impulsó fue la necesidad de contar historias que creo que deben ser contadas y que pueden ser útiles para que los ciudadanos puedan tener una información clara y veraz. Quiero ayudar a que puedan tener una opinión basada en hechos y poder tomar las decisiones que puedan tomar y otra cosa que es que no puedan decir que no pasa lo que se sabe que pasa.

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¿Cómo surge la web Periodismo Humano?

El principal objetivo fue crear un periodismo con enfoque  de derecho humanos al servicio de los ciudadanos y no de otros intereses económicos y políticos, como por desgracia estamos sufriendo y que han llevado a la corrupción de alguna forma de muchos medios. Quería y quiero sobre todo poner el foco en los ‘nadies’, como decía Eduardo Galeano, “que valen menos que la bala que los mata” y que solo tienen sitio en los medios cuando se mueren muchos de golpe. Se convierten en cifras nada más y no en personas y queremos hacerlo desde el punto de vista de las personas que sufren violaciones de derechos humanos desde los refugiados hasta los desahucios.

Fue la necesidad. Llegar a la conclusión de que no había sitio para contar por ejemplo la historia de unos niños en un vertedero de basuras en Managua. Los medios de comunicación tradicionales no estaban cumpliendo su función social.

Has cubierto muchas guerras y dramas, entre ellas las guerras de Centroamérica de finales de los años ochenta, la Primera Intifada palestina o la guerra de Bosnia. ¿En algún momento has temido por tu vida? ¿Hay algún lugar al que no volverías?

-Siempre se corre peligro, si no corres peligro en este oficio no haces nada –Se recoloca en el asiento y cruza las piernas- Los periodistas y fotoperiodistas de guerra somos unos tipos que se supone que cuando todos salen corriendo de un sitio nosotros vamos a él. Y sí, en muchos casos he temido por mi vida y por mi salud.

No volvería a muchos lugares, algunos no es el sitio sino la situación en la que se encontraba Un compañero mío me acaba de enviar un vídeo de la frontera de Idomeni, donde en este momento ya no hay nada ni nadie, está todo limpio. Cuando cerraron la ruta de Europa dejaron a miles de niños y familias atrapados en el barro y en la mierda, ya ahora no hay nada, todo limpio, no se ve nada. Por suerte nosotros estábamos ahí y ni pueden decir que no pasó nada.
 
A menudo vemos que los medios de comunicación para que se ponga cara e historia a las barbaries entre sus páginas colocan imágenes de cadáveres desangrándose ¿Qué límite cree que no debe sobrepasarse?

Yo quiero que mis fotos vayan al corazón o a la cabeza, no al estómago. Me parece un error tan grande no mostrar nada como mostrar demasiado. Se trata de encontrar un punto donde puedas contar el horror de la guerra, el sufrimiento de las personas, sin caer en el morbo, en la casquería. Si vas a las tripas, al impacto, el lector huirá de esa imagen, no querrá volver a verla ni reflexionar sobre ella. Tanto el exceso de morbo como la banalización y trivialización de la información son errores.

No mostrar nada porque pienses que a los lectores se les van a revolver las tripas en mitad del desayuno un completo desastre, y regodearse con el morbo, no respetar la dignidad de nadie y hacer hasta programas del corazón espectacularizando la pobreza y a los más débiles me parece más demencial todavía.

Hay que saber buscar el punto exacto. A la hora de informar con la imagen, al igual que con la palabra, hay que tener mucho cuidado. Lo primero no hay que mentir ni manipular y no ir contra la dignidad de las personas, no hacer que sea para tu propio beneficio a costa de los demás hay muchos límites pero son todo cosas del sentido común. Decía Kapuściński que los cínicos no pueden ser periodistas, las malas personas no pueden ser periodistas.

Has retratado mucha barbarie ¿Cuál es el conflicto o la situación que más te ha impactado profesional y personalmente?  

Impacta cada conflicto. Ahora mismo vengo de estar un mes por México por el tema de los emigrantes y es alucinante. Gente siendo asaltada, torturada, maltratada, deportada… efectivamente unos por buscar una vida mejor y otros directamente por salvar sus vidas saliendo de centro américa, de El Salvador, Guatemala o Honduras donde si te dicen unos de la pandilla ‘mañana entras a la pandilla’  y dices que no pues te matan en ese momento, y si no entras al día siguiente te matan también, no te vuelven a avisar. Esa gente no está teniendo el estatuto de refugiados de la violencia y creo que son merecedores de protección internacional igual que otra clase de guerra, pero no se les está dando. De hecho hay muchos que están siendo deportados de Estados Unidos y luego asesinados en su país. Me impactó.

También cuando estuve retratando la epidemia de Cólera de el Congo. Tienes miles de personas muriéndose delante de tu cámara, de tus ojos, piensas. ¡Claro que piensas! Pero tampoco puedes pensar demasiado porque te bloquearías. Sería imposible hacer lo que estás haciendo. Impacta. He tenido delante a una mujer que daba el pecho a su hijo y al mismo tiempo tenía la cabeza de su marido enfermo sobre el regazo.

A la tercera foto, él soltó un estertor y murió. Ella le apartó la cabeza delicadamente y un rato después llegaron unos señores que se lo llevaron y tiraron en una cuneta. Allí quedó en espera del camión que recogía cadáveres para llevarlos a una fosa común en la que arrojaban más de mil cuerpos al día. Es muy duro.
 
 
¿Qué grado de implicación tienen con vosotros, los fotoperiodistas, los protagonistas de los dramas?

-Hay dos cosas que se deberían de dar en clase de matemáticas en las escuelas. Quien menos tiene más te da y la otra seria que las victimas quieren que contemos lo que les sucede y los poderosos no quieren que contemos lo que les hacen a las víctimas.

¿Cómo te afectan personalmente los dramas de miseria y guerra que fotografías?

Tras la experiencia de Ruanda sufrí eso que hoy conocemos como estrés postraumático. Aquello no era Sarajevo, El Salvador u otros sitios donde hay acción, adrenalina. Allí lo único que pasaba es que la gente se moría a tu alrededor continuamente. Es algo que te sobrepasa. Muerte por todas partes.  Y claro que te afecta. Es difícil que no te afecte. La mejor medicina es tener la conciencia tranquila y saber que lo que haces está bien y luego también intentar sacarlo fuera de ti ya sea grabando un casette o escribiéndolo o contándolo y si te afecta demasiado ir al mecánico de cabezas. Pero cada una de las situaciones que retrato impactan, desde un desahucio hasta miles de refugiando huyendo de sus países.

Se ha dicho muchas veces: “Si lloras no puedes enfocar”. Es cierto que, cuando bajas la cámara, esas mismas emociones pueden desbordarse. Cuando fotografías un niño palestino de 14 años al que los soldados le han volado la cabeza y cómo lo recogen, a la media hora estás llorando en el hombro de un tipo que pasaba por allí, de un desconocido.

¿Siempre has sido Freelance o también has trabajado para otros medios de comunicación?

Yo siempre he sido independiente, trabajo con mis medios determinados y mis cosas, nunca he estado en la plantilla de ningún medio y lo prefiero. Si no, sé qué no podría hacer lo que me diera la gana, que de alguna manera estaría ‘controlado’ por los jefes, y yo no soy fotoperiodista para eso. Quiero retratar lo que vea y lo que crea que es merecedor de ser contado, sin intereses de por medio.

Para este oficio se requieren ganas y mucho esfuerzo mental y físico ¿Tienes pensado abandonar pronto o hasta que el cuerpo aguante?

Ojalá pueda seguir toda la vida. Mientras tenga fuerzas y ganas seguiré. El día que deje de sentir inquietud por lo que hago me dedicaré a hacer fotos por ejemplo a Lola Flores, pero ojalá que ese día quedé muy lejos.

Tras terminar se toca la frente y suspira.

-Nunca me acostumbraré a las entrevistas.

La voz quebrada del hombre quien tiene por bandera que el drama humano salga a flote sigue queriendo chillar. Pero sobre todo es su cámara la que pide a gritos que la sociedad llegue a comprender el infierno en el que vive, y él también, que mucho mundo ha visto.

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