Los amantes de las jornadas interminables de aperitivos en La Latina están de enhorabuena: les vamos a contar un secreto que les va a alegrar. Todos los sábados, cuando el estómago empieza a pedir alimento y los puestos del Mercado de la Cebada echan el cierre, decenas de comedores de gambitas y pulpito, se apilan en el rinconcito que pueden a ponerse morados de marisco y vinito blanco.
No encontrarán nada en Internet: no hay comunicado oficial. Un buen día, los dueños de la pescadería Mar Cantábrico decidieron empezar esta tradición de fin de semana tan sabrosa como divertida. Entonces, cuando empezó, los amigos se lo contaban de boca en boca hasta que los sábados empezaron a ser como los domingos en La Latina. Cuenta la leyenda que, si el pescadero está de buen humor, éste le invita al vino. Los amantes del marisquito podrán empacharse a pulpo, percebes, langostinos o mejillones, todo fresquísimo y preparado al instante, por 15 € aproximadamente.
Como los de los puestos de al lado no tienen un pelo de tontos, pronto empezaron a abrir más y más pequeños comerciantes sus barras improvisadas, sobre palés o barriles de cerveza. Mini hamburguesitas, brochetas de solomillo con verduras, solomillo… Todo esto a un precio de risa y con cerveza casi regalada.
Más allá de la increíble relación de lo que se paga con lo que se come con ¡cuánto! se come, es el buen ambiente que se crea cada sábado en el histórico Mercado de la Cebada. La gente no discute por un sitio. Se gira, vaso y bandeja en mano, y se dirige hacia las escaleras centrales, a coger sitio. Y ahí se puede estar durante horas. Música en directo, gente sonriendo… Y después, para los que aguanten el ritmo, tienen a tiro de piedra la Plaza Puerta de Moros con sus agradables terracitas en las que el Sol parece no ponerse nunca o Cava Alta para tomar la última.