Se resisten a ser borradas, se agarran a las barandillas y los trabajadores no quieren limpiarlas sino escribir otras, atar otras a telas, con más palabras hacer lianas, dejar las lágrimas que mojaron rostros, dejar sus voces y la huella del sudor de las manos que dijeron en las barandillas lo que estaba prohibido ser dicho.
Los trabajadores de la limpieza se ocupan los viernes de limpiar las gradas del hemiciclo de la Asamblea de Madrid. En esas gradas está prohibido hablar cuando empieza la sesión de pleno, los jueves. Abajo están los representantes del pueblo, ellos sí pueden decir, por turno y con tiempo tasado. Hay relojes por todas las paredes; relojes para marcar los tiempos del combate, un combate medido, sin lona ni arena bajo sus pies de cuero.
Los viernes toca borrar, silenciar lo que queda de palabras calladas. Dejar sin huella las frustraciones, los sueños, la lucha de quienes han ido al Parlamento a expresarse sin saber que lo único que podían hacer era callar. Quienes han sido desalojados.
El hemiciclo es el lugar del desalojo parlamentario. Es un lugar donde se tasa el tiempo de los insultos, donde a los representantes del pueblo se les permite no estar y no escucharse pero nunca sobrepasar tiempos. Porque entonces son reprendidos y, si insisten, privados de voz a través del truco de quitarles el volumen del micrófono.
Cuando no saben si han olvidado gritar, aún escuchan voces, las de arriba, las del gallinero, las de las trabajadoras de una residencia que hablaron de las escaras que trataban de curar, las de quienes cada día son menos trabajadoras con más horas extra para limpiar las enfermedades de los otros, para dejarse desolladas las manos en cuidar los familiares de los otros, esas voces que aún se escuchan en el hemiciclo. Esas que los trabajadores de la limpieza no borran al limpiar sino a las que añaden otras, las suyas.
Junto a los relojes cada día aparece un nudo más de una sábana más de una liana. Cada día el hemiciclo tiene más voces de derrota y de frustración, más palabras que son nudo, más lianas que son liberación y esas cuerdas van del gallinero a los escaños. Cuando no están vacíos, el Parlamento, el lugar de la palabra, tiene oídos. Y la palabra es acción.
Ana García D Atri es diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid.