El pasado 15 septiembre de 2016 el Consejero de Presidencia, D. Ángel Garrido, informó en el pleno de la Asamblea de la intención del gobierno de nuestra Comunidad de cumplir con la sentencia judicial que obliga a desmantelar las instalaciones deportivas del Canal de Isabel II en el barrio de Chamberí.
Hasta aquí nada que objetar, faltaría más. Vivimos en un estado de derecho y las sentencias judiciales no sólo se respetan, sino que se asumen y ejecutan, según especifican, independientemente de si el contenido gusta o no; excepto los mecanismos previstos por ley como, por ejemplo, un recurso ante una instancia superior.
Pero las cosas no suelen ser tan simples como puedan parecer a vista de pájaro. Si nos limitamos a leer los titulares de las noticias difícilmente podremos tener una visión global de lo que el periodista pretende transmitirnos, como tampoco podremos aportar esa dosis de objetividad tan necesaria para poder tomar decisiones adecuadas.
Cuando se plantea el cierre del ¨golf del Canal” cabe la posibilidad que la mayoría de nosotros interpretemos que se limita a eliminar unas instalaciones construidas de forma ilegal, según detalla la sentencia y, que afecta exclusivamente a cuatro privilegiados que se pueden permitir este deporte y que, para su comodidad, anteriores gobiernos del PP decidieron construir esos campos de golf en el centro de Madrid.
Lamentablemente las cosas no son así. Como hemos podido comprobar en esas instalaciones el golf convive con escuelas de fútbol y de pádel que son utilizadas, a diario, por miles de vecinos de Chamberí y de otros barrios próximos para correr, hacer mantenimiento o simplemente pasear en un entorno agradable y verde en el mismo centro de Madrid.
Pero volvamos al tema de las escuelas ya que más de 800 niños, de entre 4 y 18 años, practican su deporte preferido en estas instalaciones todas las semanas. Todos entendemos como algo fundamental la práctica deportiva y, más a edades tempranas, por todos los beneficios que aporta, tanto desde el punto de vista de la salud como de la adquisición de costumbres que ayudan a distanciarse de otras formas de ocio, poco beneficiosas para nuestros niños y jóvenes.
Pero he de decir que, en estas escuelas, he encontrado más al descubrir un modelo que me resulta familiar y que nunca antes había asociado con la práctica del fútbol. Es cierto que partía con muchos prejuicios hacia este deporte, como nos pasa a todos los jugadores de rugby, pero he de reconocer que me he sorprendido gratamente tras la última visita.
Esta escuela de fútbol transmite día a día, partido a partido, principios tan importantes como el respeto a la autoridad, la competitividad conjugada con el trabajo en equipo, el reconocimiento al esfuerzo, la integración de la diversidad; y el respeto a tus compañeros sea cual sea su condición social o sexo. Sí, es más que una escuela de deporte. Es una de Escuela de Vida.
Por eso le digo Señor Consejero que ‘esto no es un juego’. Desconozco si existen intereses de otra índole, beneficios ocultos o empresas deseosas de explotar éstas u otro tipo de instalaciones, pero de lo que estoy seguro es de que estos niños no pueden permitirse el lujo de dejar de hacer lo que más les gusta y que tanto les aporta en muchos aspectos de sus vidas. Por ello, le animo a que trabaje honestamente por lo realmente importa, nuestros pequeños y su carácter, que precisamente se forja en estas etapas de su vida. Etapas, en las que nuestros hijos no tienen que asumir la incapacidad de ningún político de turno.
Juan Rubio es diputado de Ciudadanos (Cs) en la Asamblea de Madrid.