Repasando la filmografía del director Barry Levinson, observé que no había tenido demasiada relación laboral con el protagonista de su última película estrenada hasta la fecha, The Humbling, era una ocasión para entablar la amistad con un actor que ha dedicado su vida a este noble arte de la interpretación. Sin duda, después de tantos años de contraer aplausos y premios, Al Pacino o La sombra de un Actor que es alargada, se vuelve introspectivo en este nuevo guión del autor de El Graduado y adaptando un libro de Philiph Roth, como si fuera una mirada del paso de los años (que pudiera ocurrirnos a cualquiera de nosotros), su público.
Levinson ha sido uno de esos cineastas que ha trabajado con los mejores de la generación de actores, amigos y compañeros de su increíble protagonista, con una carrera extensa a la par que envidiable. Una vida pródiga de éxitos y grandes filmes, de la que participase Pacino en la película para la televisión ¿No conoces a Jack? y que han convertido al actor en uno de los principales de su generación, en un mito viviente con miles de millas y obras, desde que diera sus primeros pasos en 1969, apenas tres años antes de dedicarse en cuerpo y alma, a una de las obras de mayor calado en la historia del cine, la primera entrega de la trilogía de El Padrino.
Indiscutiblemente, esta historia estudia y refleja el oficio de actor desde el punto de vista del paso del tiempo, de la decadencia tanto física como mental. En cierta forma, una fragilidad que se produce en todo individuo, famoso o espectador anónimo, de una manera natural como sus interpretaciones. Se trata de un actor que va perdiendo sus reflejos y provoca escenas curiosas o risibles, por los achaques y esa falta de capacidad mental para memorizar un texto teatral clásico, ya de por sí, un esfuerzo complicado. Sobre todo si se trata de Sir William Shakespeare.
Las réplicas de humor, se interpretan junto a las jóvenes Greta Gerwig o Kyra Sedgwick, compartiendo secuencias de humor cítrico, relaciones no tan comunes con individuos que se hallan junto a Pacino, en rehabilitación tras crisis emocionales de pareja, o la sexualidad confusa, apasionada o maltrecha, por un existencialismo generacional y de mezcla de géneros.
Un segundo acto, dónde el actor de Sérpico o Tarde de Perros, regresa a un pasado olvidado, no se sabe bien si por los años o por su memoria selecta, que regresa como un anuncio contra la pérdida capilar, o un desliz con un compañero de profesión que vuelve como un fantasma del tiempo. En definitiva, Al Pacino se envuelve en su capa de caballero de la interpretación, probándose las diferentes máscaras del éxito profesional, entre la comedia y la tragedia. Por unas tablas del teatro, en las que se vio el crecimiento o la caída, en el escenario de su propia vida. Siempre interpretando hasta el olvido total que es la muerte, con las botas puestas. Y a espalda partida.
The Humbling, por tanto, es una obra con luces y sombras, entre el éxito y el fracaso, que derrocha simpatía por un personaje ajado, y que se burla del psicoanálisis, la crítica o el amor, adentrándose por los caminos de la sucesión familiar y el reconocimiento del público. Al final, la soledad del ser humano, seas un Macbeth derrotado sobre el patio de butacas, o un rey Lear cambiado, hastiado, aplaudido y desangrado, por su pasión y la pérdida de su identidad, la interpretación.
Sin embargo, Al Pacino no se detendrá tan fácilmente. Pues ya tiene (después de 56 filmes a sus espaldas) dos próximos proyectos interesantes por estrena como Danny Collins de Dan Fogelman o próximos Brian de Palma y Martin Scorsese, con grandes compañeros de viaje como Annette Bening, Robert de Niro, Joe Pesci o Harvey Keitel.
Por tanto, Gracias Al, por derrochar tu sangre de actor en tantas ocasiones y talento a raudales.