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La financiación de las donaciones y la identidad del donante: un debate abierto

Avanzamos la noticia hace un par de meses, cuando nos hacíamos eco de las declaraciones de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, en las que anunciaba que...

Avanzamos la noticia hace un par de meses, cuando nos hacíamos eco de las declaraciones de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, en las que anunciaba que la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid tenía previsto incluir en su cartera de servicios sanitarios autonómicos –que complementa a la nacional- la reproducción asistida para mujeres sin pareja masculina, es decir, la inseminación artificial de mujeres solas y de parejas o matrimonios de lesbianas.

Cifuentes opinaba que los tratamientos de reproducción asistida del sistema sanitario público deberían estar incluidos en la cartera de servicios del Ministerio para toda España, con independencia de la situación personal de la ciudadana. Hacía con ello referencia a la decisión del Ministerio de Sanidad de julio de 2013 de aprobar una nueva cartera básica del Sistema Nacional de Salud en la que la financiación de la reproducción asistida se ofrecía “por motivos terapéuticos o preventivos”.

Esta decisión, que excluía de los tratamientos de reproducción asistida, a las mujeres sin pareja masculina, generó el rechazo de algunas Comunidades Autónomas, así como de asociaciones de homosexuales, al entender que dejaba fuera de la financiación pública a lesbianas y mujeres sin pareja fértiles que necesitaban de estos tratamientos para poder ser madres.

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Desde Madrid es Noticia queremos acercarle a la situación de dos de esas mujeres, para que pueda conocer lejos de la grandilocuencia de las frases políticas, la situación que viven.

Cayetana nos recibe en su casa con una sonrisa que nos acompaña a lo largo de la entrevista, mientras sus manos no cesan de gesticular, tratando de reafirmar lo que expresa con convencimiento. Hace unos meses decidió tener un hijo con su mujer, no pudiendo hacerlo en la sanidad pública y teniendo que recurrir a una de las muchas clínicas privadas de fertilidad que cubren las actividades no financiadas por la Seguridad Social.

Mientras realizaba en una clínica privada el estudio previo a la fecundación, cayó en sus manos un artículo sobre una empresa danesa que vendía semen “a la carta”, es decir, eligiendo las características del donante. Cuando su pareja y ella preguntaron en la clínica si podían utilizar en su fecundación el semen vendido por esta empresa (el de una persona con las características que ellas quisieran) la respuesta fue negativa: la legislación española no lo permite. Efectivamente, la inseminación artesanal o casera no está regulada por la ley española, que sólo considera las técnicas de reproducción asistida científicamente acreditadas. Un acuerdo privado entre un donante de esperma y una mujer receptora no tendría valor legal.

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Según la legislación actual, el único dato que se puede conocer en España es que el donante es sano pero por encima de todo tiene que ser anónimo. Esta característica del anonimato en el donante conlleva el que los bancos de esperma y las clínicas de inseminación artificial estén obligados a garantizar la confidencialidad total de los datos que puedan permitir la identificación de los donantes de semen.

En la clínica les explicaron que podían pedir el esperma a ese banco danés de semen, pero que no podían pedir características especiales: la muestra que recibirían sería el resultado de un proceso aleatorio de selección. “Es difícil entender”, nos comenta Cayetana, “que estés buscando durante años una pareja que sea compatible contigo, que te atraiga, de la que te guste su carácter y su forma de ser, pero que si luego no puedes tener hijos con ella, el semen con el que te fecunden sea el de alguien que no te recuerde a ella, que puede que no tenga ningún parecido y del que desconozcas absolutamente todo acerca de su personalidad.”

En la clínica les explicaron que si adquirían directamente en la empresa danesa el semen con las características deseadas, la inseminación se tendría que realizar en su casa: esto supone que las probabilidades de quedarse embarazada caen de un 25% de éxito que es lo que se consigue en las clínicas, a un 5%.

Cayetana confía en que además de que se incorpore este tratamiento a la Seguridad Social, se permita también la elección del donante. De momento, ha decidido intentarlo en casa.

María nos recibe en su casa, con unas ecografías que luce con el orgullo propio de la madre novel, pero prefiere mantenerse en el anonimato, para no poner en dificultades a la clínica que la ha tratado.

Nos cuenta su historia con emoción y alegría, sin soltar sus ecografías en ningún momento. Contactó con la empresa danesa de semen a la carta y eligió el producto más caro: conocer el perfil completo (el más barato es saber la raza).

Así, María y su pareja pudieron obtener el árbol genealógico, fotos de cuando el donante era pequeño, su historial médico y el de sus familiares directos, un estudio sobre su inteligencia emocional, su expediente académico e incluso una grabación para que escucharan su voz actual. María encontró una clínica en la que en lugar de solicitar una referencia al azar, es decir que se garantice el anonimato del donante, que es lo que establece la ley, accedió a solicitar la referencia concreta que ella quería. El hijo, que todavía no se nota en la tripa de María pero del que dan fe las ecografías de su vientre, proviene de un donante no sólo exento de enfermedad congénita física o psíquica sino también muy similar a su pareja, con una inteligencia emocional parecida, un carácter similar y unos rasgos muy semejantes.

Para acabar, nos comenta riendo que para evitar que algún adonis escandinavo llene España de niños, el banco de semen garantiza que el número máximo de hijos nacidos de un mismo donante no será superior a tres por país (curiosamente, y conforme al artículo 5.7 de la Ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción humana asistida, en España este número se eleva a seis).

Cayetana y María son afortunadas porque han tenido los recursos económicos suficientes para hacer frente a los costes del tratamiento de fertilidad. Confiamos en que próximamente en Madrid estos tratamientos estén cubiertos por la seguridad social, pero ¿es eso suficiente?, ¿no parece lógico que también puedan buscar un donante que les haga sentir que sus hijos son más suyos, más de la pareja?, ¿que reduzcan al máximo las posibilidades de que sufra enfermedades congénitas, aun manteniendo el anonimato? El debate está abierto.

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