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Steve Jobs: Unos piensan en la gravedad y uno se come la manzana

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La historia de los dinosaurios comenzó hace millones de años, cuando procesaban la comida para seguir aumentando sus posibilidades de supervivencia… y de paso también el tamaño para hacerse gigantescos productos de músculo y hueso. Ya no tanto cerebro.

Así, los procesos informáticos tuvieron igualmente su prehistoria particular, alimentada desde la oscura cueva intelectual, cuando las máquinas comenzaron a levantarse como los monstruos antediluvianos, a devorar un espacio totalmente virgen. Con circuitos eléctricos en lugar de sangre y neuronas que permitían hacer cálculos, algo más complicados que aquellos seres siempre hambrientos, la pelea (entre digamos vegetarianos y carniceros) se produciría a mediados de los setenta, cuando las máquinas de IBM se hicieron con el mercado de la informática con su corazón Intel 8080, trasladando el sistema operativo que dirigía los procesos militares o Unix a la mayoría de hogares con una producción prácticamente compatible. Por tanto, el fruto que nacería es MS-DOS que se instalaría en los equipos del gigante de tres letras por el acuerdo en 1981 con Microsoft de Bill Gates. Steve Jobs aún no conocía el posible fruto de una dificultosa relación, pero si su propia desintegración familiar con dos jóvenes inmigrantes, que lo entregarían en brazos de una familia adoptiva.

Por el otro camino (el de los juegos), un año después, un avispado joven que permaneció muchas horas aislado en el interior del garaje de su amigo Steve Wozniak (legítimamente interpretado en este filme por Seth Rogen), y la ayuda de un ex-compañero también técnico en Atari llamado Ron Wayne, se fascinó con la idea del primero, para conseguir construir una memoria electrónica casera a las familias de California. Ese joven emprendedor, ya reconocido como Steve Jobs, aprovecharía el impulso de sus socios y su carácter resuelto en promociones comerciales, para fundar una nueva sociedad conjunta denominada Apple Computer Company en 1976. El crecimiento llegaría a partir de la incorporación de un núcleo resolutivo en la concepción del tratamiento de gráficos y audio, el Motorola 68000, que por otro lado competía en incompatibilidad frente a los nuevos Pc´s.

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El cerebro no humano, totalmente contrario a esos esfuerzos neuronales de sus protagonistas principales, estaba en marcha y crecía a buen ritmo, tanto que ha generado una nueva forma de comunicarse en las casas y los negocios. Hasta el director británico Danny Boyle con su guionista favorito y programador libre de la adaptación, Aaron Sorkin, establece una configuración escrita y vital (como el nacimiento nuclear de un nuevo organismo), y que llegaría a replicarse indefinidamente. Aunque en principio parecería exclusiva para entendidos en dispositivos mecánicos y software, o fanáticos del personaje, ahora el cine plantea este trabajo basado en momentos determinados y privados en la vida de Jobs, más efectivos para una producción dirigida al gran público del exitoso Scott Rudin y Universal Pictures.

Existen en la película Steve Jobs, dos niveles claramente diferenciados, uno se trata de la historia del empuje de la empresa de la manzana mordida y las relaciones con sus compañeros en las distintas promociones de sus equipos, así como el transcurso de las perspectivas, de las cuentas corrientes y, por descontado, de los cadáveres más o menos brillantes que fueron cayendo a sus pies. Bueno, no tan agresivamente, pero si se hace patente ese enfrentamiento entre uno de los más carismáticos actores del momento Michael Fassbender y su asistente personal Joanna Hoffman interpretada por una sensacional Kate Winslet… como siempre.

Pero, todo ser evolucionado tiene sus trastornos animales para mantener (o no) unida a la estirpe siguiente, las relaciones amorosas que Jobs mantuvo mucho antes de la adquisición de Pixar y su posterior integración en uno de los imperios del entretenimiento como mayor accionista individual de Disney. Gracias a unos muñecos animados, entre los que pululaba un tiranosurio Rex de color verdoso. Pero bueno, eso es otra historia que no casa en esta discusión familiar.

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Han pasado 40 años del inicio de la informática adaptada a los hogares y aquellos retos inconmensurables que establecieron sus pioneros, y esta historia ha cambiado tanto que nuestros comienzos con los ordenadores personales son parte de nuestra propia evolución con los media. Gracias a hombres salvajes dedicados a los negocios y la rentabilidad de sus palabras, crearon un mundo diferente de expresión (y enfrentamientos) que vivimos en la actualidad, de forma que han cambiado los parámetros en la educación y el entretenimiento.

Este Steve Jobs no sería lo mismo, creo, sin la participación de un animal interpretativo como el omnipresente Fassbender (como ejemplo detallo sus próximos trabajos pendientes: La Luz entre los Oceános, entre Alicia Vikander y Rachel Weisz; Weightless de Terrence Malick junto a Ryan Gosling y Christian Bale; la nueva entrega X-Men Apocalipsis, Assassin´s Creed y el último Alien). Mientras tanto de Kate destaré su participación en Triple 9 de John Hillcoat, y ofrecer una mano amistosa del socio interpretado por  Jeff Daniels que tiene un papel en la película de sacrificada amistad en pos del ímpetu comercial del primero. Labor, casi incomprendida, pero brillante y pausada.

De todas formas, la película es difícil de calificar para un espectador no demasiado identificado con el personaje, sin embargo, la parte personal es mucho más atractiva que los grandes productos procesados para la venta. Ya que el desafío de Boyle, es hacer atractiva una puesta en escena puramente comercial (en el sentido de la labor de Steve Jobs) y las relaciones humanas que paralelamente se entrecruzan en el camino corporativo y su gran habilidad para convencer al personal… aunque sus productos costaran un hue… Ojo.

Muchas menciones a la estructura sentimental (que desconozco por completo en realidad), pero una base más sólida en la identificación del personaje entre la genialidad abusiva y la idolatría de sus fans.

Convergiendo en mastodónticos escenarios hasta su llegada a Palo Alto, rostros desencajados retratados por Alwin H. Küchler y su inteligencia para crear espacios vacíos (Código 46, Sunshine), cables y luces de neón con algunos trucos necesarios para ofrecer un buen producto, y la épica música del compositor británico Daniel Pemberton.

Apple y Microsoft, eso hubiera sido una lucha sin cuartel… aunque no más sangrante que el desvanecido cariño de un hijo y la seguridad de su educación. Porque la singularidad de Motorola no puede competir con su mirada desafiante, pidiendo ayuda y recriminando su desviada aventura tecnológica. Esos son los momentos más interesantes de un filme que, en caso de los voraces dinosaurios, no despertaría un interés general en la manada; a no ser que te sientas atraído por los virus, los programas y las manzanas. También respecto al director de Manchester, que ofrece una elaborado producto de marketing alejado de sus anteriores y desconcertantes trabajos (desde la genialidad de Trainspotting hasta el aislamiento emocional de La Playa), más adecuado a un Mr. Jobs con vocación de estrella mediática que al funcionamiento interno de sus equipos heridos o maltratados. Decisiones laborales que se mantiene al margen de la polémica y del avance de una, no lo olvidemos, marca comercial.

Por ello, Steve Jobs es un buen producto, calculado y estudiado al milímetro, con detalles gratificantes en la biografía y olvidos… u otros caminos elegidos para confeccionar la historia de un triunfador que nos dejó, este hará cinco años ya.

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