Sánchez, Podemos y el gobierno envenenado

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Foto: La Moncloa/Fernando Calvo

Muchos españoles están ya de vacaciones, otros están preparando las maletas e incluso hay quien cuenta las (desgraciadas) horas que le quedan para volver a incorporarse al trabajo. Ya casi tocamos agosto con los dedos y aún no sabemos si Pedro Sánchez se irá a la playa como presidente del Gobierno. Y eso que aún estábamos en primavera cuando el PSOE ganó las elecciones…

Pero no sacó los votos suficientes. Al menos los necesarios para no tener que depender de sus volubles compañeros de viaje, desde los independentistas de ERC que parecen dispuestos a guardar sus lazos amarillos y olvidarse de sus políticos presos hasta el faraón de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que quiere AVE hasta Santander y cualquier otra cosa que le pueda caer en la pedrea. Pasando, por supuesto, por los que más fuerza tienen (a nivel de escaños) y también los que más ruido hacen. Unidas Podemos.

Es una obviedad que los socialistas necesitan a la formación de Pablo Iglesias para sacar adelante su candidatura, toda vez que parece inviable una abstención de Ciudadanos y/o Partido Popular. Y también lo es que los podemitas deben aprovechar esa posición. Lo que no es tan evidente es lo positivo (para sus intereses) del camino que están tomando, imponiendo una serie de exigencias que tienen más pinta de querer parasitar el poder que de sumar para formar un gobierno ‘progresista’.

No olvidemos que UP sacó 42 congresistas en las elecciones del mes de abril. 29 menos que la última vez que fuimos a las urnas. En otras palabras, una hostia de cuidado. Y que puede ser aún mayor si finalmente deciden no apoyar a Sánchez. Hacienda o Trabajo son algunas de las carteras que quieren los morados para dar su apoyo, dos de las más importantes. Y una vicepresidencia para Irene Montero. Con, recordemos, 42 diputados. ¿En qué cabeza cabe que un partido desde el cual se ha declarado en repetidas ocasiones que quieren ‘acabar con el régimen del 78’ llegue a ocupar esos cargos? En la de ellos (y ellas), seguro. Porque son conscientes de que, o se agarran ahora a las instituciones y las moldean a su gusto, o desaparecen.

Por todos estos motivos creo que ‘el partido antes conocido como Podemos’ no está sacando músculo. Lo que está haciendo es pegar tiros en todas direcciones en su estertor de muerte, con la esperanza de que una de esas balas llegue a su destino. Porque saben que han tocado techo y que jamás gobernarán en solitario, que su tiempo se acaba. Aunque, eso sí, todavía están a tiempo de herir al sistema parlamentario español y a su principio básico de la separación de poderes con un último zarpazo.

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