Madrid, una sociedad muy mejorable

"Nuestro gasto en Servicios Sociales por habitante están muy por debajo de la media española y más del 70% del mismo se concentra en la atención a la dependencia de personas mayores y con discapacidad..."

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Mi patria son mis hermanos que están labrando la tierra. La Canción de soldados, de Chicho Sánchez Ferlosio. Justo antes de realizar esta afirmación, comenzaba proclamando, Dicen que la patria es un fusil y una bandera. Eran tiempos de resistencia. Compuesta en 1963, nos acompañó a lo largo de los últimos años del franquismo, la transición y los primeros e ilusionantes años de la democracia. Era una de las interpretaciones obligadas para quienes aprendíamos a tocar la guitarra.

Sea como fuere, lo importante es que aprendimos con ella que las banderas, más grandes o más pequeñas, los desfiles militares, los himnos patrióticos valen de bien poco si antes de ellos no se ha construido una patria de derechos y libertades compartidos. A decir verdad, ya los romanos lo entendían así. Quien es libre y tiene derechos tiene y forma parte de una patria, mientras que quien no es libre, ni tiene derechos, forma parte como mucho, de una horda bárbara.

De ahí la importancia que tienen los derechos sociales. De ahí que Madrid, una de las sociedades más ricas de España, no pueda bajar la guardia. Los datos son preocupantes. La desigualdad se está convirtiendo en un fenómeno estructural; la pobreza, el riesgo de caer en ella, se enquista en determinados sectores de la sociedad. La protección de la sociedad es cada vez más débil para contener los efectos.

Repaso un informe de CCOO. La pobreza se ceba en Madrid en las mujeres. En las familias que dependen de un solo progenitor, casi siempre mujer. En la infancia. Hasta quienes trabajan tienen cada vez más posibilidades de ser pobres. Más del 20% de la población madrileña es pobre. 350.000 personas viven en pobreza severa. 270.000 niños y niñas crecen en la pobreza.

Los servicios sociales públicos, autonómicos y municipales, carecen del personal y los medios necesarios para corregir esta situación. Los recortes han tenido ese efecto sobre las plantillas y sobre los recursos. Nuestro gasto en Servicios Sociales por habitante están muy por debajo de la media española y más del 70% del mismo se concentra en la atención a la dependencia de personas mayores y con discapacidad, porque son obligaciones establecidas por la ley nacional. Casi el 70% de las políticas de Servicios Sociales se gestionan con medios privados, pagando a empresas privadas, fundaciones y organizaciones de todo tipo surgidas al calor de la necesidad.

Así están las cosas. Y, mientras esto ocurre, nuestros gobernantes siguen inaugurando. Inauguran campañas electorales, inauguran las sucesivas piedras de cada nueva instalación, inauguran nuevos programas acompañados de los promotores privados de siempre, dan ruedas de prensa y realizan declaraciones públicas, se hacen fotos. La publicidad, la propaganda parecen convertirse en objetivo final de la política.

Las políticas de protección social han desaparecido del debate electoral y de las políticas cotidianas. La pobreza ha dejado de formar parte de la agenda de la política. La desigualdad no existe porque los discursos políticos afirman que somos libres e iguales. La atención a la dependencia merece tan sólo un titular en las noticias, Descubierta una mujer fallecida en su domicilio. Punto.

Madrid es una sociedad muy mejorable desde el punto de vista de los derechos sociales. Sólo basta que quienes gobiernan la Comunidad y los ayuntamientos, junto a quienes forman parte de la oposición, convoquen al conjunto de la sociedad y se tomen en serio esta responsabilidad. Bastaría con que, en lugar de pensar tanto en allegar recursos a la cartera de quienes luego les abrirán las puertas giratorias, pusieran en primer lugar a las personas, sus necesidades, sus dramas y preocupaciones personales.

Sólo eso. Bastaría.

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