Sic transit gloria mundi

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Al final de la Cuesta de Moyano te topas con la estatua de Pío Baroja. Mira meditabundo hacia el horizonte. Cruzando Alfonso XII puedes entrar al Retiro por la Puerta del Ángel Caído, o tal vez encontrar abierta la verja marcada por los números 3 y 5 y decidir subir al Real Observatorio Astronómico diseñado por Juan de Villanueva en el cerro de San Blas.

Ese rincón al suroeste del Parque cuenta con una de las más altas concentraciones de organismos públicos dependientes de los más variados ministerios. El Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas, la Gerencia de Infraestructuras y Equipamientos, el Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música.

Direcciones Generales de Bellas Artes y Patrimonio Cultural, Subdirecciones como la de Coordinación Bibliotecaria, el Laboratorio Central de Estructuras y Materiales, el Centro de Estudios de Técnicas Aplicadas y el de Geotecnia. La Biblioteca ETS de Ingeniería Civil de la Universidad Politécnica y no podemos olvidar el Instituto Isabel la Católica, heredero de la Institución Libre de Enseñanza que acaba de cumplir 100 años.

Allí, conforme subes la cuesta hay dos pequeñas glorietas. Una dedicada a Andalucía y otra a Eduardo Saavedra. En esta última un busto dedicado al personaje que le da nombre. Eduardo Saavedra, un curioso tipo llegado desde el siglo XIX. Hijo de padre gallego, militar y madre catalana. Nació en Tarragona, vivió en Lérida, Sevilla, o Albacete. Acabó en Madrid. Comenzó cursando Derecho y acabó estudiando Ingeniería de Caminos, de cuya Escuela terminó siendo profesor, impartiendo asignaturas como Mecánica Racional, Mecánica Aplicada, o Construcción.

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Desecó lagunas en Soria, diseñó carreteras como la de Cudillero a Cornellana en Asturias, o la de Soria a Burgo de Osma. Dirigió la construcción de tramos ferroviarios como el de Palencia a León y el de León a Astorga. Proyectó el tramo de Torralba a Soria. A él debemos los faros de Chipiona, Salmedina, o Trafalgal.

No contento con ello estudió arquitectura y, además de otros proyectos, es el arquitecto que rehabilitó la Real Academia de la Historia, obra inicial de Juan de Villanueva. Cosa suya, junto a otros arquitectos, es el antiguo Ministerio de Fomento, hoy de Agricultura, con sus caballos alados volando hacia la estación de Atocha.

Ocupó diferentes cargos públicos, fue senador por la Real Academia de la Historia durante 17 años, perteneciendo además a la Real Academia Española, la de Ciencias Exactas, Física y Naturales, el Ateneo Científico Literario y Artístico, o Presidente de la Real Sociedad Geográfica.

Aprovechando sus proyectos y obras recorría los campos persiguiendo restos arqueológicos, descubriendo calzadas romanas, catalogando estelas, encontrando ciudades ancestrales como la de Numancia, señalizando las rutas recorridas por escritores romanos por la península, descubriendo mosaicos. Arabista y orientalista escribió e investigó sobre la presencia musulmana en España.

Católico moderado, humanista convencido, amigo de nuestro primer premio Nobel, Echegaray, o de Cánovas del Castillo, mantenía buenas relaciones con los seguidores de la Escuela Krausista del Ateneo, entre los que se encontraban Giner de los Ríos, Emilio Castelar, o Segismundo Moret. No dudaba en defender la igualdad de la mujer y su acceso a los estudios superiores. 

No sabía yo quien era aquel que se encontraba representado en el busto. Una estatua más junto a la que pasas. Tal vez cierta curiosidad al ver escrito, Saavedra, el mismo apellido que nuestro glorioso Miguel de Cervantes. No, lo que me llamó a interesarme por el personaje en cuestión, fueron las pintadas que recorrían su cara y su pecho.

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Foto: © Javier López

Aspas en sus ojos, emojis en su frente y en su barba, nombres de grafiteros, nombres de chicas, cuentas de instagram, frases, Vivan los memes,  Los niños tienen vulva las niñas pene transfobos sin dientes. En aquel escondido rincón del Retiro, ocupado por instituciones y ministerios, en una de esas pequeñas glorietas escondidas, alguno quiso rendir homenaje a alguien que fue y que quiso que fuéramos.

Menos mal que confío en que nuestro personaje nunca pensó en la gloria imperecedera, sino en un servicio que a alguien fuera útil y que a él mismo le hiciera sentir satisfecho. En su extensa cultura latina y musulmana, no pudo dejar de leer aquel sic transit gloria mundi, así pasa la gloria del mundo. Ese busto, a fin de cuentas, es tan sólo piedra cincelada, barro modelado.

Tal vez espero que este artículo sirva para que alguno de los mozalbetes, rotuladores, grafiteros, se anime a seguir la senda de Eduardo, al menos uno. Que Ayuntamiento, Comunidad de Madrid, gobierno central, la Unión Europea, o algunas de las instituciones, ministerios, direcciones generales cercanas, se decidan a limpiar por turno el busto, o transformarlo en holograma tal vez.

O que algún que otro padre, o madre, se decida a dejar de pensar en términos de pin, cambiar el chip, sumar esfuerzos con el profesorado para que sus hijas, sus hijos, aprendan a respetar la memoria y el ejemplo de convivencia y diálogo de los hombres y mujeres que alguna vez hicieron algo por mejorar nuestras vidas, ya fueran personas católicas, comunistas, anarquistas, homosexuales, curas, monjas, republicanas, conservadoras, socialistas, o lo que cada cual decidiera buenamente ser, en el tiempo que le tocó vivir. Equivocados o no, fueron lo que seremos. Su gloria, sus triunfos y sus fracasos son los nuestros.

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