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Pasa delante de sus ojos (sin conspiración)

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Occidente en general, y países como España en particular, perdieron el juicio en algún momento entre la última semana de febrero y la primera de marzo de 2020. Si escarbamos en la hemeroteca de aquellos días, nos encontramos con joyas como el especial de los Servicios Informativos de RTVE titulado Coronavirus: combatir el miedo, noticias sobre lo positivo que sería el coronavirus para quienes tienen una hipoteca variable, o reportajes en programas de pseudo humor haciendo mofa y tirando de sarcasmo por la alerta sanitaria. Ojo, que hablamos de solo entre 10 y 15 días antes de que se decretara el confinamiento domiciliario de mediados de marzo.

Sin embargo, la misma hemeroteca nos muestra a los mismos medios (u otros del mismo corte de “industria informativa”), escupiendo días después algunos titulares que en nada se parecían a los de la semana anterior. A solo unos días del “inicio de la pandemia”, el discurso había virado 180 grados, y se anticipaban ya caídas históricas en la inversión extranjera, empezaban los primeros apuntes de lo que acabaría siendo un ejercicio sostenido de terrorismo geriátrico y, no podía faltar, la declaración oficial de pandemia por parte de la OMS. Se había pasado de un extremo a otro. En apenas una semana.

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Nada de aquello fue casual. Y antes de que me caiga el sambenito de conspiranoico: no, tampoco fue programado, ni planificado, ni obedeció al delirio de ningún magnate. Obedeció al guión por el que se rigen los medios desde décadas antes de la pandemia: la agenda setting, que es algo que se teoriza en las facultades de Periodismo y se practica poco (y mal) en las redacciones; y el sensacionalismo, que es algo que se omite en las universidades, y que ha sido rebautizado con el nombre de clickbait, como parte de la torpe respuesta que la mayoría de los medios han optado por ofrecer al fenómeno Internet: en lugar de información de más calidad, se optó hace al menos una década por apretar el botón de la máquina de hacer chorizos y emitir contenidos mal cocinados y peor masticados para intentar combatir con blogs, foros y redes sociales. De ahí a las fake news hay apenas un paso.

Había que “informar”. Y había que hacerlo a toda velocidad. Italia ya había caído en las garras del confinamiento y aquello prometía emociones fuertes. Venían curvas “apetecibles”: muertos a mansalva, operativos especiales, despliegues de recursos sin precedentes, políticos enfermos y posibilidad de atizar al rival solo con que dijera esta boca es mía. Un cóctel perfecto para subirse al carro de la voracidad informativa y cierto autoproclamado deber moral para con la sociedad. Se podía fabricar un relato con héroes a los que aplaudir a las ocho de la tarde, y diablos a los que atizar aprovechando su status de ángeles caídos del pop patrio. Había focos, show business, sensación de desastre made in Hollywood y drama, mucho drama, para alimentar incontables horas de debates, tertulias, entrevistas y “expertos” con buena efigie televisiva, independientemente de cuáles fueran sus emolumentos éticos. Aquello pintaba bien, dentro de lo malo.

El plato era muy goloso. Y el plató, con tilde, también. Tanto como lo era, solo unas semanas antes, tomarse a chanza la amenaza o corear “coronavirus, oé” desde un estudio de un late-show. Si tiene audiencia, es goloso. Antes, durante y después.

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Decir que los medios tuvieron la culpa es, además de irresponsabilidad, mentira. No la tuvieron. Les vino dado, mientras los profesionales de la salud se las vieron y se las desearon, y las pasaron verdaderamente putas. Pelearon, “chincharon” todos los días que pudieron, muchos se contagiaron, bastantes se enfrentaron a la fiebres y a los miedos sin más consuelo que su frialdad y el amor de sus allegados, y algunos dieron con sus huesos en las UCIs e incluso inscribieron su nombre en la lápida colectiva de la pandemia.

No, los medios no crearon la pandemia. Pero la pandemia, tal como fue abordada, sí creó una forma de narrar los acontecimientos. Eso a lo que cabe denominar “relato” y que con el tiempo fue fraguando en la configuración de una visión más religiosa que científica. Una visión en la que se imponía la ovación a las medidas y restricciones que venían de la mano de la “nueva normalidad”, binomio que per se es propio de operaciones de propaganda psicológica, y que nunca nadie rebatió. Una visión que pretendía infligir castigo al disidente, como el histórico titular del diario El País del 21 de junio de 2020: Suecia paga su estrategia contra el coronavirus. Precisamente, Suecia. País que sí ha registrado más muertos por habitante por COVID-19 que sus vecinos escandinavos, pero menos que la media europea, y con cifras notablemente inferiores a algunos de sus socios en la UE, entre ellos España (1.400 frente a 1.800). 

El relato predominante ha consistido en el blanqueamiento permanente de medidas de corte marcial, como los toques de queda o los cierres de negocios “a capricho”, en noticias ofrecidas desde la mayor pulcritud aparente a la hora de informar: exponer el hecho a secas. Lentejas, las tomas o las dejas. Actitud que contrasta, y mucho, con el supuesto papel de cuarto poder oficioso que tiene como función poner coto a los tres poderes oficiales (legislativo, ejecutivo, judicial), y del cual emana precisamente esa aura ética de la que se supone investido el oficio informativo. Todo ello, mientras se llevaba al extremo del ridículo la exacerbación de la bondad de las medidas impuestas, cuyos (nulos) criterios científicos nunca fueron discutidos. Como aquel Llevar mascarilla nos hace más guapos, del 20 Minutos del 27 de octubre de 2020; asunto replicado por RTVE solo tres días antes de que se levantara su obligatoriedad en la vía pública, el 23 de junio de este mismo año, y su reportaje titulado de forma ñoña y capciosa ¿Somos más guapos con mascarillas? Así lo explica la ciencia

El artículo de hace dos semanas desmenuzaba el festival de restricciones de los últimos 18 meses, recurriendo a una aliteración inspirada en el usuario de Twitter Prof. Freedom, cuya biografía reza “COVID es real. Escéptico del confinamiento. Escéptico de las mascarillas”. Ese artículo prometía una explicación ampliada en esta entrega de hoy, 5 de octubre. Pues bien, hurguen la lectora y el lector en la crónica dominante. En el “relato”. Ahí tienen la explicación de lo vivido y de lo que queda por vivir: los amagos con mascarillas para la gripe, los pasaportes vacunales, o lo buen ciudadanos que tendremos que ser para afrontar la crisis climática. Incluso quedarnos en casa si nos lo piden. Está todo delante de sus ojos sin necesidad de recurrir a oscuros intereses de multinacionales y farmacéuticas, y lo seguirá estando mientras no surja un frente informativo curioso, combativo, preguntón y quisquilloso, que contraste y que critique, más allá de siglas, sin miedo a que se le caigan los anillos.

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5 COMENTARIOS

  1. Le salen ronchas en la piel y pudor al Autor solo cuando escribe la palabra «conspiración». Entiendo que le saldrán ronchas en la piel cada vez que lea un libro de historia y lea sobre la invasión francesa (conspiración que engañó a Fernando VII), o lea sobre el golpe de Jaca del 31 (conspiración para instaurar la II República), o lea sobre el golpe de estado del 36 de Sanjurjo y Mola que sirvió para instaurar el regimen de Franco, por no hablar del buque Maine hundido por los americanos en el puerto de La Habana y remolcado mitad del Atlántico para destruir la prueba de la conspiración… tiempo después de acabar la guerra hispano-americana, o el mismo 11-M con destrucción de los trenes entre el 13 y 14 de Marzo de 2004.
    Por favor Señor…. en que momento dejaron de existir las conspiraciones, para que el mundo funcionara a lo Disney World? … justo cuando toda una generación creció viendo a Mikey Mouse?… terrible Wishful Thinking.

    Entonces debemos TRAGARNOS, que los pasaportes(salvoconductos covid), las vacunas obligatorias incluso si has pasado la enfermedad (está pasando en USA, nada más y nada menos que al ejercito más poderoso del planeta, y a sus sanitarios, así como a los sanitarios de Francia e Italia)…. los arrestos domiciliarios masivos, fueron todo productos del «clickbait»? Event 201 también fue producto del «ClickBait»?

    Los mandatos, los pasaportes, las mascarillas, el relato, el miedo, los arrestos domiciliarios, vienen desde los gobiernos (en sincronía), no del «clickbait». De hecho la crisis ha tirado abajo un montón de anunciantes de la prensa.
    Por favor, no extienda el pensamiento «Wishful thinking» de esa manera tan corderito… es necesario que la gente empieze a ser crítica si queremos salir de esta, y ser crítico implica en dejar de pensar que el mundo es Disney world…… si cree usted que el maltrato psicológico incluido a niños se hace por casualidad…. porque le ayuda a dormir por las noches, OK. Pero no haga de sus creencias placenteras LA VERDAD indiscutible…

  2. Hola, Daniel, muchas gracias por el comentario. Aunque me encantaría discutir sobre buena parte de esos acontecimientos y creo que llegaríamos a buenas aproximaciones, creo que no has tomado completamente nota de la frase clave del artículo en lo relativo a tu argumentación:

    «No, los medios no crearon la pandemia. Pero la pandemia, tal como fue abordada, sí creó una forma de narrar los acontecimientos. Eso a lo que cabe denominar “relato” y que con el tiempo fue fraguando en la configuración de una visión más religiosa que científica.»

    El artículo no dice que lo que sucede en el mundo sea por culpa del clickbait. Dice que lo que sucede en el mundo, sea lo que sea lo que lo promueve, tiene su reflejo en una narrativa. Y que esa narrativa sostiene (quizá porque está diseñada para ello) el argumentario principal ‘ad aeternum’.

    Respecto a la conspiración máxima, para todo y en todas partes, si la hubiera ni este artículo ni tu comentario serían posibles. Si lo son es porque existen grados de libertad más o menos aceptables que permiten poner en solfa los relatos dominantes, a riesgo de ser calificado de cualquier cosa («conspiranoico», «disneyland», lo que cada cual estime). Pero ese ya es el juego de la crítica legítima, las relaciones desiguales de poder e influencia, y la capacidad de ejercer mecanismos de presión sobre el entorno. Quien se sitúa completamente del lado de la conspiración renuncia a exigir, y se limita a ‘denunciar’ que somos presos de unos designios inalterables. Quien se sitúa, como hace el artículo, en el análisis de los focos de poder, renuncia quizá a verdades supremas, pero plantea un escenario de cambio sobre el que incidir.

    Cuestión de elecciones con la vista puesta en un objetivo.

  3. Gracias por tu respuesta.

    Por supuesto, cada uno puede subjetivizar la realidad a placer. Pero no se trata de imponer esa visión subjetiva al otro, sino de poner sobre la mesa los hechos y preguntarle a la otra parte que afirma estar en la verdad (cuando afirma rotundamente «sin conspiración») como explica esos hechos objetivos.

    – Event 201, es un hecho objetivo e indiscutible.

    – China su nefasta ocultación de información y probablemente un virus escapado o liberado, provocó una pandemia mundial y nadie le ha pedido el más mínimo daño o perjuicio por lo ocurrido. Ningún país ha ido en serio con esto.

    – Que solo existe una narrativa basada en el miedo y en el terror, en todos los medios de occidente, es un hecho objetivo. Artículos como el suyo o opiniones como la mia, son posibles porque son minoritarias, su artículos nunca aparecerían elPais o elMundo, o un programa de televisión porque podrían modificar la opinión de la mayoría, y es la opinión de la mayoría la que importa a la hora de conformar la conspiración. No necesitan preocuparse de opiniones aisladas, sino de la masa, y la opinión de la masa se forma en los mass media. Si llegara a publicarse un artículo como los suyos, en un mass media, lo haría entre un mar de artículos de miedo y terror, de manera que la masa solo atiende a lo que se le repite muchas veces, no a una verdad entre 100.000 mentiras.

    – Los arrestos domiciliarios masivos e ilegales son un hecho. Australia es un hecho (no una opinión), algo como lo que sucede en Australia no es fruto de casualidades, ni de gente despistada…. es inaudito defender tal cosa.

    – Los mandatos de vacunación obligatoria (para una vacuna que no evita la transmisión además) son un hecho.

    – Los pasaportes covid de los que los «malvados conspiracionistas» nos alertaron en verano 2020, son un hecho. Existen. Y en España se intentan introducir aún cuando 5 tribunales superiores los han declarado ilegales, a eso le llama usted clickbait, o relato?…. son fruto de la casualidad? aparecieron solos los pasaportes covid y se insiste en introducirlos solo…. por … mera casualidad o clickbait o narrativa?

    No es que estemos en designios inalterables, pero si alguien le ataca y usted niega que le atacan? como puede usted defenderse? Lo mismo pasa con la sociedad.

    Es usted libre de interpretar la realidad como prefiera, incluso con las interpretaciones más placenteras se duerme mejor, pero al menos dado que «las casualidades», «los clickbait», «la mala suerte», … no explica los HECHOS que le he expuesto anteriormente, por lo menos respete la posición de los muy atacados… e insultados…. «conspiracionistas», «negacionistas», «anti-loquesea» o cualquier insulto del mainstream media que se ponga de moda.

    Por algún motivo que desconozco, cuando más se le explican los hechos gordos a una persona, más se esfuerza en rechazarlos.
    Quizas me pregunto si en los pequeños detalles se puede marcar la diferencia en la argumentación, sirva de ejemplo este video:

    https://www.youtube.com/watch?v=w4KeqN0njuI&t=0
    (Le podría enviar decenas de videos como este donde las autoridades solo se ponen la mascarilla para salir en cámara)

    ¿Que ve usted? Yo veo claramente una serie de autoridades que se ponen la mascarilla SOLO para salir en cámara. Es decir, no tienen miedo de NINGÚN virus (ni antes ni después de vacunarse), pero lo que si están interesados es en infundir miedo y tensión al resto usando una mascarilla para que se les vea con ella. Y como digo, esto es solo un detalle, pero dado que los hechos en puro no funcionan… al menos respeten a los «conspiracionistas»…. si no se quiere entrar a rebatir los argumentos que tienen que son muchos.

  4. Muy atenta, documentada y extensa tu respuesta, Daniel. Compartimos claramente la indignación ante lo que estamos viviendo, compartimos la denuncia de hechos que ‘per se’ son cualquier cosa menos aquello que se utilizo para abanderar su puesta en funcionamiento, y compartimos además la inquietud ante las inenarrables evoluciones que se pretenden ser parte de ese esperpento llamado ‘nueva normalidad’. No compartimos una visión de cuáles son los orígenes y, sobre todo, los mecanismos que llegan a hacer posible tal cosa. Es imposible doblegar, engañar, manipular y/o comprar las voluntades, opiniones y capacidad de análisis crítico de absolutamente todos los agentes decisores a escala planetaria.

    Puede que haya quien considera que vale la pena intentarlo, que disponga de mecanismos de control, censura, persecución y hasta hostigamiento contra cualquier elemento que se considere díscolo y con capacidad de alterar gravemente la «agenda», pero no existe, ni es posible que exista, un sistema de coerción mundial que genere nuevas narrativas a largo plazo. Hablas de casos en tu primera intervención que son ejemplos cristalinos de operaciones puntuales para la obtención de unos objetivos concretos, que incluso formando parte de status quo a largo plazo (la reinstauración del absolutismo, el dominio de ultramar, el derrocamiento de un Gobierno), acaban topándose siempre a lo largo de la Historia con una capacidad inherente al ser humano: su imprevisibilidad.

    Negar la «conspiración» no implica negar que existan «planes». Todo el mundo tiene su «plan». Hitler tenía su plan, Stalin tenía su plan, probablemente los actuales «malignos» como Gates o Tedros tendrán «sus» planes, y con los medios que tengan a su alcance y la capacidad que tengan de ejercer lobby buscarán ponerlos en marcha. Pero es drásticamente imposible que todos los primeros espadas políticos del planeta, todos los directivos de patronales del mundo, todos los responsables de medios, todos los directores de salud pública de todas las administraciones que existen, todo absolutamente todo el mundo con capacidad de decisión, hayan comprado por acción u omisión una única lógica y un único ejercicio. Siempre hay alguien que se mueve de la foto.

    Cuando eso no se produce a una escala que genere una grave disrupción, lo que hay detrás no se explica por un plan orquestado desde una élite con el silencio cómplice, voluntario o ignorante del resto de los agentes decisores, sino fruto de consensos generalmente erráticos y adoptados de manera acelerada, en los que se establecen (¡lógico!) mecanismos de defensa corporativa para evitar una fisura que ponga en solfa los mecanismos dispuestos. Por eso las presiones con Suecia. Por eso, a escala más doméstica, las tentativas con los pasaportes, como fue con los toques de queda. Porque «si los implanta nuestro socio europeo Francia, cómo vamos a llevarles la contraria… pues habrá que seguirles el juego aunque sea con la nariz tapada».

    La realidad es mucho más cutre y decepcionante que las conspiraciones a escala planetaria. Estas son maravillosas porque permiten explicar absolutamente todo lo que sucede: si es según lo previsto por la teoría, porque lo confirma; si no, porque había una grieta en el guión que aconsejó a los conspiradores cambiar de objetivo. Pero impiden precisamente plantear escenarios alternativos.

    El día que este articulista intente colarse en medios mainstream y se le presenten en la puerta dos agentes del CNI quizá me pueda plantear otra realidad. Pero a día de hoy disponemos de ejemplos de, todavía, periodistas y colaboradores de medios que tratan de alterar el relato dominante, con el suficiente peso como para pensar que son algo más que un bug en Matrix. Y se dan movimientos todos los días, muchas veces con la sensación de «un paso p’alante dos p’atrás», que hablan de una necesidad de recuperar la normalidad por parte de los líderes. Aunque renqueen. Aunque resulte más cómodo mantener sine die la distopía. Aunque sea más fácil continuar por un tiempo con el miedo que justifica tropelías en nombre de la salud (o del clima, o de la amenaza de turno).

    Las conspiraciones son maravillosas. Pero mientras no existen hechos contantes y sonantes que demuestran la confabulación para su puesta en marcha, son relatos vibrantes de hechos concatenados de manera inquietante. Esos hechos deben ser demostrables, verificables, contrastables, no solamente «conectables». Cuando se conectan sin más peso que la apariencia de evidencia, son teorías. Que están muy bien y pueden permitir abrir líneas de investigación adicionales, que además quizá vale la pena seguir. Pero son teorías, no hechos.

    Por cierto, no me vale como evidencia que se quiten las mascarillas y se las pongan solo para la cámara. Lo hacemos todos los que aún guardamos sentido común y tenemos ocasión de hacerlo, en todos los lugares que podemos. Solo que a ellos, figuras públicas, a veces se les pilla en un renuncio. Decir otra cosa es asumir que en esas imágenes, donde muchas veces vemos a «mindundis» de tercera y cuarta fila de las administraciones, dichos «mindundis» son parte activa de la conspiración. Activa, consciente, ejerciente. Y mira, no: no es posible tener como parte activa, consciente y ejerciente a todos los «mindundis» de todas las administraciones del planeta. Entre otras razones porque la propia teoría dice que «no hace falta», y que basta con manejar a las élites para que el resto actúe de forma coordinada. O una cosa, o la otra: las dos a la vez es imposible.

    Tómese todo lo anterior, por último, no como una confrontación en la que no existe interés alguno. Es más bien un sano intercambio de puntos de vista que OJALÁ estuviera más presente en el día a día de la sociedad, en lugar del aborregamiento permanente vía tertulias de «expertos» que tan pronto te hablan de una pandemia como de un volcán, o de la caída de Facebook, no a título de analista sociológico o informativo, sino como poseedores de conocimientos de los que en verdad carecen. OJALÁ debates como este existieran TODOS LOS DÍAS en los medios de comunicación. Y OJALÁ hubiera altura intelectual, sea cual sea el punto de vista defendido, de exponer con argumentos, evidencias y educación las conclusiones a los que conducen esos puntos de vista. OJALÁ.

    Gracias y un abrazo.

  5. Llamese conspiración, llamese plan… no cambia tanto el significado de lo que se quiere decir.

    Estoy de acuerdo, no se puede comprar a todos los actores en curso, pero es que no hace falta. Basta con introducir una mentira,
    o una media verdad ampliamente extendida en la sociedad, solo con eso la capacidad de discrepar de la sociedad se reduce a un bajo porcentaje de sus individuos.

    https://es.m.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Asch
    (El ser humano es incapaz de saber el tamaño de un palo, solo por adecuar su opinión a la mayoría y ser socialmente aceptado)

    Si al bajo porcentaje de individuos capaces de discrepar, lo silencias, lo cancelas, lo ridiculizas, o le amenazas, la oposición a tu mentira o media verdad queda muy reducida.

    Los redactores de elPaís que le ordenan escribir un artículo de miedo (no con estas palabras), el 80% o el 90% lo hará de buen gusto porque se ha creído la media verdad, y cree que aterrorizando a la población, la protege de un mal mayor. El 20% o 10% que saben que lo que están haciendo está mal, o lo hacen o pierden el trabajo o se les relega a otras tareas menos importantes, así como el director del periódico que tiene que seguir una línea editorial si no quiere ser sustituido (aunque probablemente esté en el 80% que se ha creído la media verdad).

    Luego está ese otro comportamiento de la masa humana, de obedecer lo que le dicen, sin plantearse si lo que hace es ético o no, o si hace daño a los demás o no.
    https://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram

    No se basa en comprar a todo el mundo (que por otra parte dinero hay, los arrestos domiciliarios no hubieran sido posible sin el dinero creado de la nada de los bancos centrales para financiar tal barbarie)… sino de gente engañada y gente obediente, además de un silencio brutal para quien no está de acuerdo.

    Mire por ejemplo con el deporte de élite, los jugadores de la NBA que no quieren vacunarse, no lo hacen? entonces se les aparta del equipo, multas, presión del equipo etc.. ya veremos como acaba.

    Djokovic, famoso tenista serbio que dijo que no quería vacunarse, ya le han dicho en Australia que o lo hace o no juega. (Para jugar al tenis con una vacuna que no evita transmisión, en todo caso baja las probabilidades, pero una PCR sería más segura en ese supuesto……..)

    No va a haber nadie del CNI esperándole, ni James Bond tampoco, simplemente o no le invitaran la primera vez a una tertulia, o si dice algo que no gusta no vuelve. (Ejemplo Juan Manuel de Prada, estaba cada mes en las mañanas de A3, y ya nadie sabe de él por allí)

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