Las incoherencias son moneda de cambio corriente en la política municipal. Ya saben, decir una cosa hoy, otra mañana y, si es necesario, una cosa y su contraria al mismo tiempo.
Estos días las derechas en el Ayuntamiento de Madrid son la viva imagen de la contradicción a cuento de los debates en diferentes juntas municipales de distrito sobre proposiciones para evitar el consumo de alcohol entre los jóvenes y para mejorar sus alternativas de ocio.
En 2017 la entonces alcaldesa, Manuela Carmena, y Marta Higueras, en aquel momento Delegada del Área de Gobierno competente y hoy Concejala Portavoz del Grupo Mixto en Cibeles, pusieron en marcha Enredadero, un proyecto de centros de actividades de ocio alternativo para chavales entre 12 y 17 años que funciona en seis distritos de la capital.
Más Madrid, apoyada por el Grupo Mixto y por el Grupo Socialista, está llevando a las juntas municipales la propuesta de ampliar la experiencia de los centros de ocio para jóvenes a todos los distritos, proposición que sistemáticamente viene siendo rechazada con los votos coordinados de Partido Popular, Ciudadanos y Vox.
Una postura política que siendo legítima sorprende, habida cuenta de que el actual equipo de Gobierno le ha dado continuidad con muy buenos resultados en los distritos de la capital que sí cuentan con su propio Enredadero y del que cada año se benefician miles de adolescentes de Retiro, Centro, Moratalaz, Villaverde, Fuencarral y Puente de Vallecas.
A mayor abundamiento, el debate sobre establecimiento de estos centros de ocio para adolescentes está coincidiendo en los mismos plenos de distrito con otro debate de una proposición de Vox, que con desigual suerte ha logrado ser apoyada por Partido Popular y Ciudadanos en alguno de los debates, para atajar el consumo de alcohol entre los menores de edad mediante el incremento de la presión policial sobre las tiendas de conveniencia que habitualmente son gestionadas por pequeños comerciantes de barrio de origen migrante.
Ya tenemos servido el espectáculo de la contradicción: plenos en los que la posición de voto de las derechas rechaza sistemáticamente proyectos de ocio saludable para los jóvenes al mismo tiempo que defiende su presunta preocupación por el consumo de alcohol entre los mismos.
Y muchas familias se llevan, con razón, la impresión de que en realidad hay grupos políticos a los les dan igual los jóvenes, las alternativas de ocio saludable y el consumo de alcohol. O que quizás no les da igual, pero pesa más la oportunidad política para no reconocer el buen hacer de una iniciativa que arrancó en el mandato de Manuela Carmena, aún cuando ello suponga privar a algunos barrios sin esta posibilidad.
Más bien creo que en realidad la postura de las derechas en realidad rezuma clasismo y que su problema no es con lo que hacen los jóvenes en su tiempo libre o con la venta de alcohol sino con quién y donde se bebe alcohol…
Porque en ninguno de los debates que estos días se celebran en los distritos se pregunta de dónde sale el alcohol que se beben los que tienen acceso al reservado de una discoteca de moda. Porque eso pasa, hay establecimientos vendiendo botellas de champán de 60 euros a menores de edad en su celebración de puesta de largo. Pero ahí no entra la policía.
Este puente había menores bebiendo las ginebras prime que han comprado los padres en su fiesta privada mientras ellos se iban a esquiar de fin de semana. Y ahí tampoco entra la policía. Y otro tanto en las fiestas algunos colegios mayores…
La realidad es que los hijos de esas familias con poder adquisitivo salen de copas, no de botellón, y no demandan alternativas de ocio saludable y gratuito.
La bebida está al alcance de cualquiera, este es el país en el que no se concibe una celebración sin alcohol. Pero las derechas solamente persiguen el reducto de la venta y consumo de alcohol barato porque están borrachos de posibilidades, porque viven una realidad en la que ellos y sus hijos pueden pagarlo casi todo y no necesitan alternativas de ocio saludable y gratuito.
Que un menor logre adquirir alcohol es el último eslabón de un problema más amplio. El problema de verdad es preguntarse por qué un menor de edad busca consumir alcohol. Hay que educar, informar y prevenir. Pero eso no les gusta a las derechas, lo llaman adoctrinamiento.
Y en ese estado de las cosas, uno detrás de otro, todos los distritos de la capital que no cuentan con estos centros de ocio alternativo para adolescentes se van quedando sin la posibilidad porque el discurso de las derechas se ha instalado en la culpabilización de la pobreza y la celebración del dinero, en lugar de bajar un escalón, cambiar la óptica, poner el foco en el problema real y colaborar en dar alternativas saludables a todos los jóvenes.