El PP no es, precisamente, un partido recién creado. A diferencia de lo que pueda ocurrir con otras formaciones como Podemos, Ciudadanos o Vox, mucho más inmaduras y, por tanto, con más grietas que puedan provocar roces internos (como ha ocurrido), los conservadores cuentan con casi medio siglo de historia a sus espaldas, mucha experiencia en las instituciones y 13 años de gobierno en España.
El PP es un partido con solera y recursos para consolidar una estructura que debe ser capaz de evitar que situaciones como el enfrentamiento entre el presidente nacional del partido, Pablo Casado, y la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acabe abriendo en canal a la formación.
Pero a estas horas no parece que haya nadie en el partido capaz de poner cordura en todo este embrollo.
En estos momentos, en el partido ya casi todos hablan de Casado en pasado, valga la rima, y también muestran el mismo camino a su secretario general, Teodoro García Egea. Será cuestión de horas, o de días e incluso podrían ser algunas semanas dependiendo de lo que se enroque el presidente, pero la presión para que dejen la dirección del partido es muy alta, tanto de las bases como de los barones regionales.
Su marcha estará más que justificada por su incapacidad, no solo para gestionar esta crisis, sino para recuperar el terreno perdido por el partido en los cuatro años que lleva como líder de la formación.
Pero al margen de esa incapacidad del aún presidente, no se entiende que no haya nadie en un partido como el PP que se haya molestado ni interesado por tratar llegar al fondo de la cuestión, porque, no hay que olvidarlo, la comunidad de Madrid contrató, a dedo, al hermano de la presidenta.
Y es por esa falta de diligencia que Ayuso se siente vencedora. Mientras a Casado dirigentes y militantes le cargan toda la presión a las espaldas, casi todos en el partido parecen indultar a la dirigente madrileña.
Da igual que sobre ella hay una sombra de sospecha sobre los contratos de su hermano con la Comunidad de Madrid, una cuestión sobre la que, como mínimo, habría que plantearse la cuestión ética.
Hay otra cuestión de mayor calado. Algunos medios cuentan que todo podría tratarse de una maniobra bien calculada del entorno de la presidenta de Madrid (todos los ojos están puestos en Miguel Ángel Rodríguez) para acabar con su principal rival en el partido, su examigo Pablo Casado, aprovechando que este manejaba información contra ella.
Si eso es así, alguien con sentido común en el partido debería ponerse a ello. Que se marchen Casado y su equipo es la opción fácil pero Ayuso no debería salir indemne si se demuestra que fue una maniobra.
Lo contrario supondría aceptar sin ningún tipo de fisura que una dirigente tan destacada como es la presidenta de Madrid es capaz de dinamitar todas las herramientas internas de la formación, causando un enorme daño a la marca, para provocar la caída de un presidente elegido de forma democrática por la militancia porque no quería adelantar el congreso para ser aupada como lideresa del PP de Madrid.
Es necesario preguntarse si hay alguien en Génova, alguien capaz de realizar un análisis exhaustivo de todas las aristas que han provocado esta situación y, entonces después, tomar decisiones.