La familia Borja es una dinastía enraizada en la región valenciana, cuyos orígenes nos remontan a las tierras aragonesas de Campo de Borja, en la actual provincia de Zaragoza. Su llegada a levante se produjo tras la oleada de conquistas ejecutada por Jaume I el Conqueridor, en el transcurso del s. XIII. Las localidades de la provincia de Valencia, Xátiva y Canals acogerían al mayor número de visitantes de aquellas tierra y servirían de cuna a los dos papas Borja: Alejandro VI y Calixto III, respectivamente.
Pero su origen no asciende sólo a la Casa de Aragón. Hay rastro de esta mítica familia, incluso en la capital de Italia, Roma, lugar en el que los dos papas valencianos dejaron vestigios de su paso e incluso cambiando el alfabeto italiano. Ante la inexistencia de la grafía ‘j’ la acabaron cambiando por la ‘g’ y la ‘i’, con lo que pasaron a ser conocidos como los Borgia.
Los Borja en el Palau Ducal
Cuando aún era cardenal, el papa Alejandro VI le compró el ducado de Gandia a Fernando II de Aragón, firmando el contrato de compraventa un 3 de diciembre de 1485, en la localidad madrileña de Alcalá de Henares. La razón por la que el cardenal anhelaba el feudo gandiense era para legarlo a su primogénito, un hombre llamado Pedro Luis de Borja. De esta manera, la familia Borja comenzó a perpetuarse dentro de los muros del Palau Ducal de la ciudad, hasta la culminación agnaticia de la familia, con la muerte del undécimo duque: Luis Ignacio de Borja y Fernández de Córdoba, pasando entonces la propiedad a la familia Osuna.
Precursores de la modernidad
Los Borja, tradicionalmente han estado considerados como sinónimo de esplendor y cultura. Coetáneos de una incipiente modernidad que caracterizó el pálpito humanístico de su época, fueron siempre una estirpe de gran reconocimiento. Célebre fue la hija del papa Alejandro VI: Lucrecia Borja, que se estableció en la ciudad italiana de Ferrara, como adalid de una refinada corte de vasta erudición e inquietud cultural.
Debemos mencionar también a su bisnieto, el IV duque de Gandia, Francisco de Borja y Aragón, a quien los avatares de su vida lo llevaron a profesar como jesuita, para convertirse en el III general de la Compañía de Jesús y a ser canonizado posteriormente, después de su muerte, por el papa Clemente X.
Misterio, intriga y leyenda negra
Esta familia siempre ha estado marcada por la polémica, la intriga y el misterio. A pesar de ello, supieron adaptarse de forma camaleónica a los tiempos convulsos y hostiles que les tocó vivir. En realidad, actuaron como lo hicieron otras familias coetáneas, como, por ejemplo, los Médici, cuyo poder e influencia en el Renacimiento florentino les llevó a que cuatro de sus miembros, fueran proclamados papas: León X, Clemente VII, Pío IV y León IX. Además, tuvieron dos reinas de Francia: Catalina de Médici y María de Médici; y numerosos dirigentes en Florencia; aparte de diferentes miembros en las casas reales de Francia e Inglaterra.
La diferencia con los Borja es que estos consiguieron de forma diligente, en un espacio temporal de poco más de cien años, más de una docena de cardenales, dos papas y varios miembros casados con familias bien relacionadas. A esto hay que sumarle su origen humilde y su procedencia extranjera, caldo de cultivo de una futura leyenda negra, que ya estaba servido.
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