Allá vamos, a un año en el que tendremos que transitar un escenarios complicado, no sólo en España, sino en todos los países del planeta. A un año en el que viviremos elecciones municipales, elecciones autonómicas en comunidades como la madrileña y en el propio ámbito de las elecciones generales.
No sé lo que pasará en las elecciones, pero sí intuyo qué nos pasará como sociedad si no somos capaces de poner un poco de sensatez en el gobierno de los asuntos que nos afectan. Puede que nos equivoquemos, puede que no acertemos en la solución de los problemas.
Pero el problema no es equivocarse, o no acertar, sino la soberbia desmedida en lo que ya Guillén de Castro definía en sus Mocedades del Cid como Sostenella y no enmendalla, es decir perseverar en el error, sentirse orgulloso del mismo, presumir y regodearse ante los perjudicados por tus actos.
Lo estoy viendo con demasiada frecuencia a mi alrededor. Vecinos que se empeñan en salvar una morera en Tetuán y topan con el desprecio, cuando no la mofa y el ninguneo de sus responsables políticos en la Junta Municipal. No digo que no los escuchen, digo que no les hacen el más mínimo caso.
El problema es que despreciar a quienes defienden una morera, supone despreciar a quienes defienden la limpieza de las calles, la reparación de una calzada, el cuidado de la Dehesa de la Villa, o a quienes cuestionan frontalmente los insufribles y nefastos desarrollos urbanos del Paseo de la Dirección, o de la Operación Chamartín, pensadas sólo desde la lógica del dinero y el pelotazo.
Desprecio que he percibido contra los vecinos de Villaverde y Usera que se ven obligados a aceptar un futuro como territorio logístico, colapsado, contaminado, degradado, al Sur de la nada. Y que noto cuando la ministra de transportes y un concejal de ciudadanos, con la connivencia de su alcalde de Madrid, obligan a ADIF a construir un muro inútil que convierte las inmediaciones de Atocha en lugar ideal para pintadas y para perpetrar actividades clandestinas.
El problema que tienen estos personajes es que los vecinos descontentos comienzan a impulsar movimientos que reclamar la desaparición de estos políticos nefastos y no votar a ningún partido que los incluya en sus listas y que no se comprometa a atender las demandas de la ciudadanía.
En este mundo tan complicado en el que vivimos, podemos aceptar los errores, podemos aceptar la equivocación, pero bajo ningún concepto, la desidia, la soberbia, el empecinamiento y aquel sostenella y no enmendalla que tantos males ha producido en la vida social de nuestro país.