Seguro que, como buen madrileño, crees que sabes mucho sobre la ciudad en la que naciste y vives hoy en día. Sin embargo, te aseguramos que hay cientos de leyendas, curiosidades y datos históricos sobre esta ciudad que desconoces.
Pero no te preocupes, porque tiene remedio. Y este se llama Adrián Pinar, «un licenciado en Historia, madrileño y madrileñista irredento», que hace más de una década creo Microplán Madrid, un lugar para condensar una serie de planes o microplanes para disfrutar del ocio en Madrid en forma de visitas guiadas, rutas y otras actividades.
Fruto de todas esas vivencias ha nacido su libro de no ficción «Crónicas del Madrid Prohibido«, en la que refleja experiencias propias y de actores o testigos directos de un Madrid tan real como el cotidiano, pero con un punto transgresor, peculiar o semioculto. El de calles con fama regular, locales clandestinos de verdad, el mundo de los afters y la comida que el médico desrecomienda.
Sobre esta, y todos aquellos microplanes que podemos hacer en la capital, hablamos en esta entrevista con un sabor 100% castizo.
¿Cómo surge la idea de crear “microplanes” en Madrid?
En 2012 salí de un trabajo por cuenta ajena con ganas de ponerme con lo mío, que no sabía qué era exactamente. Tanteando, abrí una cuenta de Twitter en la que contaba cosas que combinaban mi formación como licenciado en historia, mi querencia por patearme Madrid y lo que había aprendido sobre comunicación y marketing en diferentes empresas. Llamé al perfil @microplanmadrid porque en él pretendía hablar de planes que se podían hacer en poco tiempo; visitar un pequeño museo desconocido y después tomar un vino en un bar especial, por ejemplo. La cosa evolucionó y algunos amigos, conocidos y seguidores empezaron a pedirme un paso más, que los acompañara a hacer esos planes. Y empecé a hacerlo.
¿Podrías contarnos un poco en qué consiste la dinámica de los microplanes?
A día de hoy, son visitas guiadas a pie de entre 75 y 120 minutos de duración y de perfiles muy distintos. Tengo preparadas unas sesenta, nada menos, me encanta seguir creando actividades nuevas. Algunos de los paseos incluyen experiencias gastronómicas, entradas a museos, etc. La idea es siempre mostrar elementos de Madrid a los que no sea fácil llegar si no te acompaña un local que se ha empollado la ciudad.
¿Qué microplán sugerirías a aquellos que aún no están iniciados en este tipo de actividades de difusión cultural?
Madrid secreto a secreto. Y a partir de ahí nuevas andanzas.
¿Cuál es tu lugar preferido de Madrid que enseñas en los microplanes?
Si me hubieras hecho la entrevista ayer o me la hicieras mañana, podría decirte otra cosa… Hoy me quedo con las colonias de La Guindalera.
Y, quizá, alguno que no muestras pero del que estás enamorado…
Hay algunos interiores exteriores, son patios de antiguos palacios o edificios residenciales relevantes, que no se pueden visitar en grupo y me fascinan.

También has escrito recientemente un libro, “Crónicas del Madrid Prohibido”, en el que exploras un poco ese Madrid que, de alguna manera, no está tan a la vista, en todos los sentidos del término. ¿Hay algo “prohibido” en Madrid que nos estemos perdiendo?
Hay algunos locales clandestinos de verdad, o sea ilegales, a los que se puede acceder si se sabe cómo. Pero en el libro, lo prohibido es sobre todo lo menos habitual o convencional, y en una metrópoli como Madrid, a pesar de que se estén produciendo los mismos procesos de homogeneización y pérdida de identidad que en otras, queda algo de aquello.
¿Qué otros proyectos tienes entre manos además de Microplán Madrid? ¿Algún objetivo de futuro?
Seguir presentando mi último libro y seguir escribiendo.
Suponemos que, después de todos estos años de microplanes, habrás vivido situaciones de todo tipo, con Madrid como escenario. ¿Alguna que nos puedas confesar?
Hay una que, por su cariz, ha acabado incluida en Crónicas del Madrid Prohibido. Una tarde de hace pocos años estaba guiando una actividad para un grupo de clientas habituales. Llegamos a Tirso de Molina y vi que, por fin, después de unos meses, Metro había terminado unas obras en la estación de la plaza, pero todavía no la había abierto al público. Bajamos para que el grupo pudiera ver el vestíbulo original de la estación, detrás de sus azulejos hay unos cuantos cadáveres… Y de pronto emergieron, una y después otra, las cabezas de dos personas que se habían metido en el punto de información de Metro para, nos quedó claro a todos, mantener relaciones sexuales. Más detalles, en el librito.

¿Cómo convencerías, en una “elevator talk” (una conversación de unos 30 segundos) de hacer un microplán a alguien que aún no ha oído hablar de esta opción o que es reticente a ello?
Si la persona fuera de Madrid, le diría que se viniera conmigo a conocerse a fondo a sí misma. Si no fuera de Madrid, me comprometería a darle a conocer el Madrid real.
Y, por último… ¿te has planteado expandir los microplanes más allá de la capital?
Tendría que ser con apoyo de guías locales, pero sí.