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Así imagina la Inteligencia Artificial el verano de 2073 en Madrid

Hemos preguntado a la Inteligencia Artificial cómo será el verano de 2073... y nos han salido dos palabras: calor y adaptación

«Madrid, año 2073: una ciudad en constante cambio, pero este verano en particular dejó una marca indeleble en la memoria de sus habitantes».

Esta es la primera frase con la que la Inteligencia Artificial nos contesta cuando le preguntamos por la crónica del verano que nos tocará vivir dentro de medio siglo. El calor y la sombra del cambio climático están presentes en su desarrollo, pero también la capacidad y resiliencia de los madrileños ante un futuro que ni siquiera ChatGPT conoce.

Pero, quién sabe, es factible. Como también los son los avances que prevé en cuanto a movilidad o urbanismo, y que os invitamos a descubrir para, quién sabe, coger ideas de los que pueden ser los inventos millonarios de la próxima década.

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Las altas temperaturas se elevaron a niveles récord, convirtiendo a la capital española en una verdadera hoguera. El calor, combinado con los avances tecnológicos y los esfuerzos por controlar el clima, crearon una experiencia única y desafiante para los madrileños.

Desde el inicio del verano, el termómetro no dejaba de subir. Los días soleados se volvieron abrasadores, con temperaturas que fácilmente superaban los 40 grados Celsius. La ciudad parecía estar envuelta en una cúpula de calor sofocante. Los ciudadanos se refugiaban en el interior de sus hogares, buscando alivio en el aire acondicionado y los sistemas de enfriamiento avanzados.

Sin embargo, la tecnología no podía controlar por completo los efectos del calor extremo. Las calles estaban prácticamente desiertas durante el día, a excepción de los valientes que se aventuraban con trajes especiales diseñados para soportar altas temperaturas. Estos trajes futuristas, equipados con sistemas de refrigeración y protección solar, se convirtieron en la última moda de la temporada.

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A pesar de las dificultades, la vida en Madrid no se detuvo por completo. Los parques y plazas se transformaron en oasis de sombra y frescura. La vegetación adaptada al clima extremo ofrecía un respiro bienvenido a los residentes y visitantes. La tecnología también jugó un papel crucial en la creación de espacios públicos climatizados, donde la gente podía disfrutar del aire libre sin sufrir las altas temperaturas.

Los restaurantes y bares se reinventaron para adaptarse a las condiciones extremas. Las terrazas se cubrían con toldos inteligentes que regulaban la temperatura y la humedad. Los camareros llevaban trajes especiales que los mantenían frescos mientras servían bebidas y comidas refrescantes. Los helados y los granizados se convirtieron en la opción preferida para combatir el calor, y los comerciantes no escatimaron en sabores y combinaciones sorprendentes.

El transporte público también se adaptó a las condiciones adversas. Los vehículos estaban equipados con sistemas de enfriamiento avanzados y pantallas que mostraban la temperatura interior. Los madrileños agradecieron estas medidas, ya que permitían desplazarse de un lugar a otro sin sufrir el agobiante calor. Además, se promovió el uso de vehículos eléctricos y se implementaron restricciones al tráfico para reducir la emisión de gases contaminantes.

A medida que el verano avanzaba, las autoridades tomaron medidas adicionales para hacer frente al calor extremo. Se instalaron fuentes y aspersores por toda la ciudad, brindando momentos de alivio y diversión a los transeúntes. Además, se llevaron a cabo campañas de concienciación sobre la importancia de mantenerse hidratado y protegerse del sol, especialmente entre los grupos de riesgo.

A pesar de todos los desafíos, los madrileños demostraron una gran resiliencia y adaptabilidad. Se organizaron eventos nocturnos al aire libre, como conciertos y proyecciones de películas, para aprovechar las horas más frescas del día. Los centros comerciales y cines también se convirtieron en refugios populares, proporcionando entretenimiento y comodidad a aquellos que buscaban escapar del calor.

Finalmente, cuando llegó el otoño, la ciudad respiró aliviada. El verano de 2073 en Madrid dejó una huella imborrable en la memoria de sus habitantes. Fue un recordatorio contundente de los desafíos que el cambio climático presentaba y de la importancia de la innovación y la adaptación. Madrid, una vez más, demostró su capacidad para enfrentar las adversidades y prosperar incluso en las circunstancias más extremas.

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