Bien sea porque has estudiado allí una carrera, o porque simplemente te pillaba de paso, estamos seguros de que alguna vez en tu vida has estado en alguno de los edificios o complejos que confirman la Ciudad Universitaria de Madrid.
Este punto de referencia de la educación fue parte de un proyecto impulsado por Alfonso XIII en la década de 1920, con el objetivo de crear un centro educativo que sirviera como bastión del conocimiento en Europa. La labor de arquitectos como Miguel de los Santos, Agustín Aguirre y Manuel Sánchez Arcas, guiados por el ingeniero Eduardo Torroja, dio forma a esta visión, inspirada en los campus estadounidenses.
Sin embargo, calentar todas esas aulas e instalaciones en esa época no era tan fácil como ahora, y por eso se optó por dotarla de una central térmica propia, que se construyó en la década de los treinta del siglo pasado y que marcó un hito en el avance industrial al implementar un sistema pionero de calefacción central.
Este proyecto, que se inspiró asimismo en modelos norteamericanos, representó una innovación sin precedentes a nivel nacional. Además de su función práctica, el edificio es un destacado ejemplo de la arquitectura racionalista y vanguardista anterior a la Guerra Civil en España, lo que le valió el Premio Nacional de Arquitectura en 1932.
Calor para todos los edificios de la Ciudad Universitaria de Madrid
La implementación de un sistema de calefacción centralizada fue una de las últimas fases del proyecto de la Ciudad Universitaria de Madrid. Este sistema, que conectaba una central generadora con todos los edificios del campus, fue un importante avance en términos de eficiencia y economía.
La central térmica, diseñada por Torroja y Sánchez Arcas, se completó en 1932 y se inauguró en 1943, obteniendo el reconocimiento del Premio Nacional de Arquitectura, mientras que en 1975, se llevó a cabo una ampliación a cargo de Alfonso García Gordillo.
La central térmica cuenta con un extenso entramado de galerías de distribución y doce subestaciones distribuidas en todo el campus. Su diseño y funcionamiento se inspiraron en instalaciones similares en Estados Unidos, como la Power House de Harvard y la Heating Plant de Berkeley.
Originalmente equipada con calderas Velox de diésel y una Borsig de carbón, la central se adaptó al uso de gas natural tras la ampliación de 1975. En la actualidad se conservan las calderas en el interior del inmueble junto con depósitos, equipamiento y cuadros mecánicos y eléctricos, así como en el exterior la báscula de vehículos y la tolva para carbón.
En cuanto a la arquitectura del edificio, esta destaca por su simplicidad y funcionalidad, con predominio de ladrillo visto y hormigón, y refleja influencias de la arquitectura racionalista holandesa y del Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea, y actualmente está catalogada como Bien de Interés Cultural.