Después de 316 días en funciones, desde el pasado lunes 31 de octubre, España goza de un Presidente de Gobierno con plenos poderes ejecutivos. 

Los Diputados del Congreso, representantes de la Soberanía Nacional y de la voluntad de los españoles, apoyaron en mayoría simple, la investidura de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno de España.

Tenemos ante nosotros un nuevo reto que todos hemos de afrontar con determinación y unidad.

Nuestra joven democracia se hace mayor; abordamos situaciones políticas cambiantes, que distan mucho de las anteriores mayorías absolutas. Eso se acabó. Al menos, por el momento.

Estamos ante un nuevo escenario, un reto no conocido hasta ahora. El equilibrio de una mayoría no estable, siempre supeditada al acuerdo y al entendimiento. 

¿Y bien? Pues no pasa nada. A mi juicio, esta situación no sólo no debilita, sino que fortalece el sentido mismo de nuestra democracia, de nuestro sistema político.

Será un nuevo tiempo en el que todos habremos de dar lo mejor de nosotros mismos.

Los representantes públicos, los Diputados y Senadores,  Diputados Autonómicos, Alcaldes, y Concejales desde la ciudad más populosa, al pueblo más pequeño, debemos estar a la altura de lo que nos pide el pueblo español, al que nos debemos. En esto no valen interpretaciones.

El Partido Popular ganó las elecciones generales del 26 de junio, pero el resultado obligaba a la suma de varias opciones políticas (y la aceptación vía abstención de otras, asunto éste de gran calado e importancia), hasta alcanzar la mayoría suficiente que permitiera, como así ha sido, la investidura de Mariano Rajoy.

No ha sido un proceso fácil, pero al fin ha visto la luz.

La primera conclusión de las elecciones del pasado 26 de junio es que los españoles hemos querido, que nuestros representantes políticos de diversas opciones se pongan de acuerdo, practiquen el consenso y el diálogo. 

Si claro es ese diagnóstico, con la misma rotundidad también lo es que todas las distintas opciones políticas (desde el más absoluto respeto a las diferencias de sus principios ideológicos y modos de hacer), a mi juicio, deben perseguir el mismo fin: el bien común de España y de los españoles.

Se trata de España ¿hay algo más grande por lo que luchar? Sin patrioterismos baratos ¿es que solo nos enorgullecemos de nuestra patria, de nuestro país, o enarbolamos nuestra bandera, cuando algún deportista alcanza una gran gesta o triunfo deportivo? Seamos leales a nosotros mismos, y que cada uno se responda.

Como bien dijo el Rey Felipe VI, el pasado 21 de octubre, en la entrega de los Premios Princesa de Asturias de este año 2016: “una España alejada del pesimismo, del desencanto o del desaliento, fiel a su irrenunciable afán de vivir y orgullosa de lo que somos, de lo que juntos hemos conseguido, que ha sido mucho y admirable; y seguros de nosotros mismos, porque un pueblo que quiera, respete y ampare la cultura nunca le temerá a su futuro”.

Hablamos de los españoles, de su futuro, de su bienestar. Yo no conozco nada más ilusionante que esa tarea. Si quisiera ilustrarlo con una imagen creo que escogería el lema que lució, por ejemplo, la Selección española de Baloncesto en 2013: “Ser español no es una excusa, es una responsabilidad”. ¡Ahí queda eso!

Sí, los nuevos tiempos se conjugan con la “E” de España. Ese ha de ser el motor que a todos nos haga encontrar los caminos comunes por los que transitar, por los que hacer discurrir a nuestro país a un futuro mejor.

Así habrán de abandonar la zona de confort de la teoría, términos básicos que ahora habrán de ser la práctica habitual de la acción política.

Conceptos que por seguir la estela de la “E” de España, son, por ejemplo la “E” de: esfuerzo. Todos hemos de esforzarnos en dejar de lado lo que nos separa. Habrá que echarle ganas y arrojo, horas y sacrificios.

“E” de entusiasmo. Porque la tarea a la que estamos llamados todos, sociedad y representantes públicos, necesitará de ilusión, de ganas para superar los obstáculos.

“E” de entendimiento. Sí, tenemos que entendernos, cuando eso significa que nadie siente que cede más que el de al lado. Es la hora del pacto, del consenso.

“E” de empatía. Cuando hemos de ponernos en el lugar del otro, en comprender las dificultades de algunas decisiones, en entender que no se puede llevar nada al extremo, ni abandonarse a la inacción.

“E” de estabilidad. Los españoles merecen certidumbre, saber a qué atenerse. Un Gobierno con criterio, que sepa lo que hace y por qué.

“E” de exigencia. Los españoles nos exigen a los políticos que seamos fuente de soluciones, no pantano de problemas. Y eso es algo que debemos tener muy, muy presente.

“E” de Estado. Sí, Estado con mayúsculas. Porque es la representación de la sociedad en la que vivimos; porque sus símbolos merecen nuestro respeto y por tanto nuestro esfuerzo. Porque todos y cada uno somos el Estado, y el Estado no es nada sin todos y cada uno de nosotros.

En resumen, la tarea que marca los nuevos tiempos ha de gestionarse con estas herramientas. Hay más, pero éstas, a mi juicio, son imprescindibles.

Bien lo sabemos en la Comunidad de Madrid, donde la Presidenta Cristina Cifuentes realiza, día a día, su acción política basada en esas premisas antes citadas. 

En su caso, en nuestro caso, nuestro objetivo es Madrid, que es decir un pedacito de España.

Estoy convencida que lo conseguiremos, que los éxitos serán de todos, y todos nos sentiremos orgullosos de lo hecho con la fuerza que nos da la “E” de España.

Isabel Redondo es diputada del Partido Popular en la Asamblea de Madrid.