San Isidro 2020: Por la memoria y la libertad

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Foto: © EFE

San Isidro en Madrid es sinónimo de verbenea,  pradera, misa en la ermita, rosquillas listas y tontas, chulapos, chotis y mucho castizo. Sinónimo de familias paseando, de tarde de toros, de alegría y de una forma de disfrutar y de acoger que tan bien saben hacer los madrileños, porque San Isidro es la fiesta de todos, los nacidos y los no nacidos en la Villa y Corte y siempre ha sido así.

Por eso que resulta tan extraña la celebración o  mejor dicho, la no celebración de esta fiesta en este aciago 2020, año de la pandemia y de confinamiento y como no,  año de miles de ausencias, porque Madrid ha sido golpeada de forma cruel y feroz por este virus que se está llevando tantos.

No puedo evitar recordar el calor veraniego y sofocante del año pasado en la pradera, oir misa sin sombrero con aquél sol de justicia, el gentío paseando, el metro con miles de viajeros, imágenes que se antojan ahora lejanas, que nos hablan de lo que fue y ahora no puede ser. 

El chotis sonando por los rincones, las chulapas deslizando a sus chulapos al son de la canción como si de figuras de una caja de música se tratara y no puedo quitarme de la cabeza a los que ya no están, a los que se les ha cercenado la vida en estos dos trágicos meses de desastre. Aquellos a los que la censura trata de ocultar porque hay que estar de fiesta, porque hay que estar alegre, que no se noten las ausencias, que no se murmure tan siquiera que estuvieron solos cuando se iban, no sea que molesten a los tienen en su conciencia la culpa innombrable por la responsabilidad de sus acciones.

Pienso en el San Isidro de este año y lloro por los que no están, también por los que han muerto abandonados, parte de una generación que trabajó tanto por un mundo mejor para sus familias y para sus vecinos,  que nos enseñaron lo que es tener palabra, cuidar de los demás, trabajar sin descanso para alcanzar un mundo mejor, que lucharon por la libertad y la democracia, que sabían vivir con alegría y que no entienden qué nos ha pasado y dónde quedó todo aquello. Tantos a los que ni siquiera se les ha dado una oportunidad de sobrevivir y por mucho que quieran ocultarlos tras la estadística de las once,  son vidas que se han ido y han dejado vacíos que no volverán a llenarse.

Quizás éste sea el San Isidro que recuerde con tristeza y con rabia, pero también el del homenaje al pueblo de Madrid que siempre ha demostrado que está a la altura de sus principios y tan lejos de la irresponsabilidad de sus gobernantes, que clama y clamará por su libertad aunque se le amordace; madrileños que gritarán por sus derechos y que sin duda volverán a celebrar el día de su Santo y recordarán aquél 2020 en que se perdieron tantos y tantas cosas que ahora será preciso recuperar.

En este año, desde el encierro, Madrid celebrará también su San Isidro porque la historia nos ha demostrado que los madrileños son un pueblo valiente, los de “la gran Villa y Corte”, que librará su batalla y vencerá, y que no se dejará llevar por el olvido que nos quieren imponer. Sin duda el Santo nos acompañará en nuestro camino.

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