En la Comunidad de Madrid hay aproximadamente 1.700 centros educativos entre colegios e institutos, ya sean públicos, concertados, o privados. En total un millón de alumnos que son, sin duda alguna, el espejo más espontáneo y natural de nuestra sociedad.
Dentro de aulas y patios, niños y jóvenes se muestran como son, incluso con más nitidez que en sus propios hogares.
Y en ocasiones, conocemos del comportamiento intimidatorio, acosador de algunos para quienes muchas veces, simplemente, son distintos.
Es una situación que hemos de abordar con absoluta prioridad. Las generaciones venideras no pueden ver como algo cotidiano o natural que en nuestros colegios, más allá de las normas establecidas, impere la fuerza, el temor, el chantaje de unos pocos para con otros, y donde la mayor parte del grupo, asiste impasible como meros espectadores.
El acoso escolar adopta muy diversas formas. Ya no es el sólo el empleo de la fuerza, la intimidación física; es la burla, el desprecio, la mofa. Coacciones, violencia psicológica,…
Agravado todo ello porque, además, nuestros niños y jóvenes, usuarios aventajados de las redes sociales en todas sus variantes, las usan de manera perversa para amplificar aún más el daño a quienes se convierten en su diana.
Quien padece (casi siempre en un silencio vergonzante), la ira de su acosador, puede ser cualquiera.
Encabezan el hipotético ranking los distintos. Es decir todo aquel que se salga del canon de la moda estética imperante, o de la simple mediocridad adocenada que es lo que todo acosador (infante o adulto), necesita para sentirse superior.
Porque el tema va de eso. Hay algunos de nuestros escolares que, “liberados” de la tutela de sus padres, sorteando el control que ejercen maestros y docentes, ensayan posiciones de predominio que aspira un solo fin: notoriedad, poder.
Son tiranos. Sí, tiranos. Déspotas.
Y elimino el adorno de “pequeños” porque ante la crueldad con la que tratan a sus semejantes, me niego a dulcificar el lenguaje a la hora de referirme a ellos.
El acoso escolar no es algo menor, ni es un juego, o algo referido a la etapa escolar. Nada de esto.
El tema es de gran enjundia y de enorme alcance a futuro. Porque lo que nuestros escolares ven o padecen en sus aulas, para ellos es el trasunto de la sociedad que conocen.
No debemos permitir que esas maneras se conviertan en lo natural, porque de hacerlo consentiríamos un modelo de fácil traslado a la sociedad futura.
Todos, absolutamente todos, estamos llamados a colaborar en la tarea de impedir las situaciones de acoso en nuestros centros educativos.
Los maestros, profesores, y la Consejería de Educación están absolutamente comprometidos en la lucha contra el acoso escolar.
Pero también es misión de cada uno de nosotros: padres, familiares, vecinos. ¿Cómo? Observando indicios por pequeños que sean, preocupándonos por querer saber.
La Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid en colaboración de todos los estamentos docentes, ha elaborado una Guía de obligado cumplimiento para todos y cada nuestros colegios e institutos.
Busca prevenir, descubrir, evitar en suma, situaciones de sufrimiento de muchos escolares, vividas en un silencio que cuando grita a veces resulta demasiado tarde.
Son hechos contra los que desde toda la sociedad debemos luchar de manera decidida, y en cuyo compromiso decidido está el Gobierno de Cristina Cifuentes.
Nuestra posición ha de ser un mensaje claro para quienes nos escuchan: NO a cualquier expresión de acoso escolar, en cualquier versión o tipo.
La excelencia de nuestras aulas la darán el bilingüismo y los conocimientos adquiridos, pero ante todo, Madrid es una sociedad diversa que ha de crecer en el respeto al otro.
¿Hay algo mejor que aprender?
Isabel Redondo es diputada del Grupo Parlamentario Popular en la Asamblea de Madrid.