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Sully: la incontrolable levedad del ser

Elaboración aséptica y distante, sin llegar a emocionar aunque sí reflexionar sobre nuestra fragilidad. Elaboración aséptica y distante, sin llegar a emocionar... aunque sí,...

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Convivimos dentro de una sociedad convaleciente y despersonalizada, que ha perdido una serie de valores, por ejemplo, en la narración de unos hechos verídicos donde los héroes han dejado de ser referentes para el colectivo. Mientras, los observadores y críticos demuestran una cierta apatía o indiferencia respecto a las decisiones y consecuencias acaecidas durante una difícil maniobra, justo en este desgraciado momento, en que el futuro se ve truncado a bordo de un cúmulo de fatalidades eléctricas.

En el avión estrellado cerca de una colina de Bogotá, con pasajeros procedentes de una localidad brasileña y, especialmente, a casi la totalidad de miembros jóvenes del equipo de fútbol Chapecoense y sus acompañantes en tan fatídico vuelo, rendimos homenaje y damos un sincero pésame a sus familiares y amigos, desde esta humilde página de cine.

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De otro lado, se difumina esa delgada línea entre un suceso accidental y sus terribles pérdidas, o una sucesión de catastróficas desdichas que convergen en una decisión temeraria para intentar salvar a la tripulación de una aeronave y sus ocupantes. Tan efímera y frágil, como la conciencia general de la audiencia televisiva o los pensamientos de próximos viajeros, a punto de embarcar a un pesado transporte aéreo. Aquel capitán, desprovisto de potencia ni oídos, al igual que Sully o el protagonista de la película del mismo nombre dirigida por Clint Eastwood, lucharían para aterrizar con garantías de éxito al cargamento en tan agreste paraje, y la vida para todas las almas del vuelo 1549 de US Airways, más o menos, anónimas en su pavoroso interior.

El resultado, desgraciadamente, fue muy diferente al presente. Mientras, desde el punto de vista cinematográfico, Mr. Eastwood ha seleccionado más al antihéroe que al superviviente ejemplarizante caracterizado en el pasado profesional de Tom Hanks, como ocurriese en su lucha contra la enfermedad y el deshaucio en Philadelphia o Forrest Gump, contra la locura o la muerte en Naúfrago, la venganza familiar de Road to Perdition, la soledad de La Terminal, contra el horror de Salvar al Soldado Ryan o por el vacío profundo de un Apollo XIII.

En nuestra realidad, no sería conveniente proferir una loa o desmedida sentencia por el hecho de volar, sobre estas condiciones trágicas o aún convalecientes física y moralmente, desconociendo la delimitación de protocolos, desobediencias civiles u otros dudosos mantenimientos técnicos… todo bastante enrevesado o ilógico. Sin embargo, en el guion de  Sully basado en su propia experiencia, se dirime la responsabilidad enorme de aquellos pilotos o profesionales que surcan los cielos todos los días, a bordo de máquinas con gran tonelaje manteniéndose suspendidas sobre la tierra. En sus experimentadas y forzosas manos, a la fuerza se aferraron, la mayoría de aquellos que no tuvieron la suerte ni el horizonte de los sobrevivientes visuales y reales, descansen en paz… pero, este Chesley B. «Sully» Sullenberger, es una extrañeza o una eventual excepción a la regla catastrófica y mortal.

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Si no lo conocías personalmente, te presento a Tom Hanks… forzado a romper la estadística, como superviviente de aventuras cinematográficas, salvador de vidas, maduro profesional, aunque cuestionado en ciertas instancias y despachos estamentales, o corporativamente hablando. El Comandante Tom, ha luchado contra las circunstancias desfavorables o las desgracias imprevistas, incluso, ante imposiciones sociales no comprendidas y respaldadas con el miedo o la represión colectiva. Sully, sin su última y calma mirada, hubiera sido otra de las 155 posibles víctimas.

Ojos congelados por el pánico en las altitudes, y un hombre, simplemente, tranquilo, inicia una giro a los nefastos acontecimientos, con una decisión temporal, necesaria para salvar al pueblo de un naufragio. Gente con nuestra debilidad orgánica o mental, desconocidos para el gran público en una fría jornada de… sobre el río Hudson, en terrible reflexión moral, frente a unas fuerzas ingobernables.

Cada espectador podría ser uno de aquellos, un conjunto asustado, pero el héroe a la fuerza evita el temblor de sus manos y con la mente en orden, evita una colisión de consecuencias más previsibles, generalmente hirientes.

Si bien, la personalidad manipulada por los trámites, se vería a arrastrada por un baile de cifras comerciales o cierta difamación de algunas grandes compañías o aseguradoras, en busca de la manutención de su amplia cuenta de beneficios. Es la parte más atractiva o desconocida del filme, materializada por una serie de golpes sin vuelta atrás, frente a críticas injustificadas o aparentes tomas de decisión erróneas, para desmantelar la profesionalidad de un maduro comandante de vuelo. 

Tom refleja bien la desmoralización personal, como una fórmula de rebelarse ante los números o fríos cálculos, aunque siempre parezca guardar en su cerebro, un recuerdo hierático y culpable, (sólo saltado por un instante de placidez final), esforzado y taimado, para garantizar con oficio y esa elegancia añeja, el resultado de una operación traumática, pero positiva. Mr. Hanks da su mejor cara, esquemática y profesional, menos profunda que en otras secuencias de su vida, pero, regalando su última sonrisa carismática. 
En Sully, viene extrañamente revirada por la actualidad, circunspecta bajo la cámara digital guiada por el maestro de la metáfora visual, como apartada de un mito del Séptimo Arte y sus antiguos antihéroes, llamado Clint Eastwood. Porque su historia es conocida, pero deja pendientes algunas causas o efectos, que fueron menos emocionantes que aquel gélido amerizaje (… cómo se diría también de un río sobre el 0 celsius), ahora más irrelevantes para la sociedad europea que una entidad catastrófica sobre las montañas. El miedo a volar, los costes o las condiciones físicas del piloto, es medida necesaria ante la valentía de esos equipos preparados para una eventual catástrofe o rescatadores individuales, que produce contradicción o reflexión, evidente en investigaciones de ciertos accidentes aéreos actuales… por contra, no es el caso del decidido protagonista. 

El espectador ante la sorpresa o el peligro, observa como tenso pasajero, siente las turbulencias en su conciencia, mete sus pies en el agua, como una invisible bandada de pájaros chocaría contra su cerebro inconsciente a dicha realidad. Sobresaltado, ante una voz que desprevenida, te avisa con una toma de tierra sobre las cristalinas aguas cercanas a Brooklyn… en pleno mes de enero.

Sully, hombre aparentemente corriente, con una gran responsabilidad a sus espaldas, eso sí, se enfrenta a sus demonios y la culpa, de aquella terrible jornada en que debía tomar una rápida decisión y acabaría como un héroe en todos los medios de comunicación del planeta. Ya casi olvidado, excepto por las familias de los salvados. Ambas miradas, dos formas de afrontar los terribles hechos, una profesional y más plausible, como protector de la vida de sus pasajeros. Igual que otros trabajadores se anticipan a la fatalidad, los nervios o el error ajeno, la otra se inunda del pánico que sobrellega sin avisar, acumulado en el peso de la conciencia y los efectos del paso del tiempo en su organismo, en las máquinas voladoras y la fuerza de la gravedad, un pasaje asustado, las condiciones físicas o ambientales, y el cronómetro. 

Continuaré diciendo que, no es la mejor ni la obra más representativa de Mr. Eastwood (apenas una referencia de consagración como maestro de la dirección), pero sí, una fiel visión de la personalidad y potentes imágenes, en un momento de presión exponencial, frente a los trucos ocultos o una incipiente batalla material o económica. Un reflejo de esos mecanismos interesados, en una fausta investigación sobre siniestros aéreos y comerciales, que terminan con la reconversión humanitaria del individuo. Esta vez, no tan solitario como James Stewart en su incipiente vuelo sobre el Atlántico, pues mantendrá el apoyo de tripulación encabezada por un práctico Aaron Eckhart o su esposa interpretada en la distancia por Laura Linney. Y muchas mentes agradecidas, vivas gracias a su rapidez de reflejos… definitivamente, ¡es mejor, mojarse un poco los pies!

Otros, se enfangan con enormes mecanismos que conforman una gigantesca picadora, una estructura infinita de trámites oficiales y defensores de argucias aseguradoras… frente a la realidad de una atractiva, pesadillesca y profunda carga emocional. Aquí, precisamente, es dónde hace aguas el filme, al distanciarnos de otras expresiones adyacentes al ´solitario`, relegadas por culpa de un escatimado montaje, creo. 

No entendemos, ni de lejos (más hoy), la catadura moral de otros profesionales más discutibles moralmente, y el conocimiento despojado de un suspense argumental mayor, debido a cortes en la estructura visual y narrativa, y por encima, este final reconocido mediáticamente, por descontado.

Un problema que ni la visión limpia y preclara de Clint, ni su cerebral conocimiento del medio y los tiempos, o también las espectaculares imágenes del amerizaje de la nave y rescate, siquiera de su comprensión como viajero común, analiza las vicisitudes de un simple pasajero de abordo. Otro apellido más, número de asiento sin derechos, frente a un amasijo de materiales que se mantenía en el aire, con ciencia y tecnología, a salvo… Ni las pobres aves, ni el oficio de Mr. Hanks, en planeo a través de sus ojos tranquilos o el comportamiento ejemplar de aquel piloto Sully… Nada podría ya, hacer despegar del todo a una película demasiado correcta. Algo accidentada en el aspecto de edición y, por encima de todas las consideraciones técnicas o reales, la construcción de sus personajes anónimos.

Es decir, elaboración aséptica y distante, sin llegar a emocionar… aunque sí, reflexionar sobre la fragilidad de los seres humanos frente a fuerzas naturales y otros accidentes imprevistos.

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