Al margen de las subtramas que se entrecruzan en el culebrón postelectoral, la historia se traslada a otras latitudes, aparecen nuevos protagonistas y se anuncian más y mejores diálogos. Será tanto el suspense, en cada episodio, que incluso pasarán varias semanas de política incertidumbre hasta que se pueda desvelar quién figura a la cabeza del reparto. Sucede porque las piezas del nuevo puzzle parlamentario permiten combinaciones para que salga tanto un Empire State art decó como una gótica catedral de Notre Dame.
Ahora queda una construcción multicolor, modular y móvil que precisa materiales desconocidos en cualquier mayoría absoluta.
Los millones de votos (85,9%, la participación en Madrid) han variado mucho el decorado, que prescindirá definitivamente de ese cómodo sofá, conocido como gobierno estable, donde solía arrellanarse Rajoy cuando abandonaba su natural estado de pertinaz inhibición.
Ni siquiera en la Oposición están claros los papeles, considerando que el PSOE parte con un líder debilitado por el descalabro, apenas matizado en los 21 escaños de distancia con Podemos. Salvo ajustes posteriores, de momento, 21: el peso del alma, en gramos.
Y, por añadirle una pizca de lascivia al argumento, se ofrece, por cierto, un socorrido 69 que no ha servido para culminar la remontada de Podemos, aunque deja, sin duda, en estupenda posición a su líder, Pablo Iglesias.
En cuanto a lo que nos espera, y sin ánimo de spoiler, sabemos que la acción está garantizada. Habrá secretos de alcoba, trifulcas nocturnas, amistades peligrosas y traiciones inconfesables no sólo al comienzo, sino en cada uno de los muchos nudos, y hasta el final de la inminente legislatura; que por breve que sea, se hará larguísima para algunos.
Si Rajoy, como debe, consigue formar Gobierno lo hará subido en el carísimo modelo de Rivera, un molón todoterreno que se parece solo en el precio a la clásica berlina que MR siempre ha preferido en sus discretos desplazamientos. Por otra parte, Rivera, tras el batacazo, queda para propincuo secundario en cualquiera de los ángulos del póster. 40 da para lista de éxitos musicales, y poco más.
El enredo, desde luego, parece monumental, porque si Sánchez acepta la Gran Alianza PP-PSOE personalizará el suicidio político más clamoroso desde que Zapatero acató las germánicas directrices de austeridad, en lugar de presentar su hoja de ruta y dimitir, anticipando Elecciones.
Mención especial merece el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, que contra el viento mediático y las mareas de Podemos, ha logrado 2 parlamentarios, encarecidos hasta los 461.000 votos por escaño, aplicando la arbitraria Ley Electoral.
Vamos, en todo caso, a un Gobierno en minoría que deberá sumar (una vez más) las voluntades nacionalistas, donde abundan las trampas y se esconden, como es sabido, naipes de oros y bastos en ciertas mangas.
Con este panorama, el juego de la investidura servirá principalmente para satisfacer particulares intereses y aliviar las tensiones internas de algunos partidos, pero la etapa que se abre no requiere nombres propios, sino verdadera responsabilidad política.
Y que los actores se ciñan, con la debida decencia, al guión decretado en las urnas.