Las calles de Madrid esconden muchos secretos e historias, y una de ellas es la que concierne a las de los Mancebos. Dos calles que se encuentran muy próximas y que tienen unos dibujos en sus placas que nos cuentan un poco la historia con la que están relacionadas.
La primera de estas calles es la de los Mancebos que se encuentra en uno de los barrios madrileños, Latina. Concretamente entre la costanilla de San Andrés y la calle de la Morería. En su placa aparecen dos señores encadenados ¿Cuáles serán los motivos para ello? La segunda es una ramificación de la primera debido a que las dos comparten una historia, y esta recibe el nombre de la calle Angosta de los Mancebos. En la figura de esta se ve a dos hombres encima de un tejado sujetado unas tejas.
Este relato fue contado por el cronista de la Villa, Pedro de Repíde. En el narra la historia de dos hombres que pasaron sus últimos momentos de vida en esta zona por haber cometido un crimen. Se les acusó de matar al Rey Enrique I cuando le lanzaron una teja desde lo alto de la torre del Palacio Episcopal de Palencia. Después de los hechos, fueron llevados a la torre del Palacio de los Lassos de Castilla hasta que se aplicó la pena de muerte.
Aunque, esta no es la única historia que se cuenta de la calle. La otra leyenda que circula sobre el nombre recibe esta, es el nombre de las habitaciones que daban a esta vía que eran ocupadas con frecuencia por los pajes y mancebos del Marques de Villafranca, pero que en este caso no es muy acorde a las imágenes que lo acompañan en la placa.
Una de las primeras noticias que se recogieron sobre esta calle están relacionadas con el Palacio de los Lassos de Castilla, debido a que su propietario quiso extender su casa por toda esta zona.
Otra de las curiosidades es que la calle angosta de los Mancebos es la única que mantiene este nombre. Todas las demás calles que indicaban su estrechez con angosta han desaparecido en el callejero de Madrid.
Es una de esas zonas antiguas de Madrid que tienen su propia historia y que merece la pena acercarse a visitarla, para sentir como se vivía antiguamente entre esas calles tan pequeñas y curvas, donde no había espacio para los coches.