El mundo cinematográfico de François Ozon, director parisino que surge del academicismo francés, se ha significado en su carrera por la atracción de los recursos poéticos y la enfatización de las imágenes como medio de sustraer al espectador de su existencia sobre una butaca de cine. Aunque también una estilización del realismo.

Declarada su condición homosexual siempre ha estado atraído por las relaciones alrededor de una cama caliente, dónde el sexo se vive al límite y diferentes posturas de sus amantes relacionadas con la realidad social, la familia, la personalidad y la muerte.

Con Jeune et Jolie, su decimocuarto largometraje presentado en 2013 en el festival de Cannes, emerge la estilizada y seria pose de la modelo (también joven actriz) Marine Vacth, como una adolescente en las puertas de la efervescencia sexual y la curiosidad promiscua con los hombres, desde los amores veraniegos que desvirgan su próximo año académico, como los fríos (emocionalmente) y profesionales encuentros con clientes de mayor edad, tras puertas .
 
Ella, realizará con ellos una sucesión de encuentros, más a más, cada vez más libertinos que le llevará a enfrentarse con la imagen educativa y protectora de su madre. A través de un temporada iniciada en el verano, luego las relaciones con sus compañeros mutarán en etapas estacionales, sin que aparentemente se dibuje un cambio dramático en su forma de pensar y actuar. Simplemente, aprovechará su tiempo desafiando lo establecido por la sociedad y la familia, mediante su entrega a la prostitución de alto nivel para mantener una forma de vida de lujo y compras que delatará su imagen de estudiante.

François Ozon, vuelve a retomar ese universo de la Lolita ´nobokovniana` y el atractivo que ejerce la adolescencia sobre edades más avanzadas en busca de la pureza, como ya ocurriera con otros títulos primerizos (Amantes Criminales, Swimming Pool) y más recientemente la estupenda y literaria Dans la Maison ganadora de algunos de los principales premios europeos en 2012.
 
En esta ocasión los reflejos en espejos de hotel de cinco estrellas, se verán frente a la cámara como una especie de documental, dónde el ojo del director no toma partido por las decisiones de los personajes, sólo los enfrenta en una especie de lucha sorda entre lo establecido socialmente y la primigenia voluntad animal por satisfacer los instintos, como método para comprender una vida realmente abierta de la existencia humana. Sin embargo, apartada de la visión de surrealismo bohemio y romántico, interpretado por Cortázar en su novela Rayuela.

Para este retrato íntimo, Ozon se vale del realismo y la consciencia al borde de la mayoría de edad, la mentira como forma de subsistencia y la entrega de los secretos silenciados durante un año de nuestras vidas, de la vida de ella visto todo desde arriba, flotando el objetivo por encima de los momentos de felicidad, amargura y éxtasis. Siendo y convirtiéndonos en los «voyeurs» de una piel que se entrega superficialmente, por unos billetes repletos de infidelidad e inseguridad por parte de ellos. Mientras, ella parece divertida e inmutable.
 
En Joven y Bonita, se dan cita los versos de Rimbaud y establece lazos de unión o compasión con otros directores dedicados a la retratar el universo femenino (Truffaut o Resnais) alrededor de piezas que se van ajustando a su alrededor, hasta que un día desaparecen como un verso inacabado. Un poeta que formó parte del llamado simbolismo, comenzado por Charles Baudelaire en su libro Las Flores del Mal, una oda sobre la idealización de la belleza y la integridad de los amantes, con sus debilidades a flor de piel y los excesos de una vida moderna sacada de la bohemia y su choque con la clase media o burguesía.

Sin embargo, la película se decanta por reflejar los contactos de una mente joven disoluta, entregada a los placeres, más que mostrar la sexualidad de una manera cercana a la pornografía. Sin duda, gracias a la imagen transparente de la bella también sensualmente lejana de Marine Vatch, elemento sobre el que gira toda la historia guionizada como es habitual por el propio Ozon.
 
Tampoco le interesan los comportamientos extraños o desviados, siquiera la atracción depravada de los adultos, decantándose por la tramitación de fluidos o una conversación. Solamente los disfraza con palabras que retumban como ecos vacíos en una habitación, con la fortaleza de la juventud frente a ellos, en una especie de choque de culturas.

Una representada por los padres y la combativa e irreflexiva de los hijos, teniendo una vez más la sexualidad como excusa para combatir a los descendientes de una educación más puritana, y sin intervención de la entidad cultural como incentivo para alejarse de una vida de semi-esclavitud, intervenida por el consumismo y las apariencias.
 
Por tanto, esta representación de la moralidad actual de Joven y Bonita se aleja de aquel ideal bohemio de la literatura y el cine francés, pues digamos que su protagonista Isabelle transita invariablemente como una antagonista de aquella Lolita u otrora, la Maga disfrutando embelesada con un disco antiguo, impregnada de alcohol en un ambiente decadente entre lo artístico y lo circense de Rayuela. Aquí, los malabarismos y la excelencia pasan en silencio sobre las letras, la música o el sexo salvaje, se confiere frente a nuestros ojos como una transacción económica. Y un desafío familiar, más del estilo de las Señoritas de Avignon de Picasso. Un oficio para ganarse la vida, abriéndose a otras vidas.
 
En este aspecto cultural, el filme se aleja de las pretensiones filosóficas y las corrientes elevadas del conocimiento, abandona las raíces que arraigaron en el interior de aquella casa, apenas un año después, plagada de textos e intereses por la escritura y el pensamiento. Hoy el sexo, se inhibe ante nuestra pantalla con toda la frialdad de unos píxeles o un plasma que envuelve todos nuestros deseos… o sueños.

François Ozon ya tiene otra cinta en cartel que ha tenido críticas muy dispares ante la prensa, imagino que habrá dado un paso más de alejamiento de aquellos valores (incluidos los vaivenes criminales de antaño) que ejercían su influencia en las imágenes creadas por el director parisino. Ya que en Una Nueva Amiga, se decanta por el equívoco transexual y, sobre todo, la comedia.

Sin duda, un género en que el realizador muestra más carencias que aciertos.
 
En definitiva, Joven y Bonita es agradable de visionar, especialmente su protagonista principal. Y te deja algo inquieto, al descubrir una sociedad que tiende a crear seres solitarios y relaciones sin intervención de rasgos emocionales. Salvo, los creados por tu mente de sátiro en contraposición a la realidad de un bosque de cemento y conexiones digitales.