Antes de nada el lector debe saber una cosa: en esta sociedad no estamos acostumbrados a dialogar llevándonos la contraria. ¿Por qué lo digo? Tan sólo te animo a darte una vuelta por Twitter para alucinar que si opinas algo diferente por mucho que lo tengas razonado y sea una opinión formada, no sirve para nada. Y menos aún a un hater.
Y para muestra un botón como se suele decir. Hace unas semanas compartí una opinión sobre un tema que no iba con lo que Twitter estaba diciendo, es decir con la idea que todo el mundo repetía en modo borrego. Por supuesto fue publicar el tuit y surgir de las catacumbas de algún sitio una serie de perfiles menospreciando lo que decía.
El perfil más beligerante era muy peculiar. Alguien que se hacía llamar “burro redentor” en el que la foto era de un burro de dibujos animados. Se autodefinía como inconformista, de izquierdas y que le gustaba opinar. A lo que podía yo añadir que tampoco le gusta escuchar lo que no quiere oír.
Pero claro la batalla dialéctica perdió todo sentido cuando sus razones no eran otras que menospreciarme a mi como profesional. Algo muy fácil ya que tiene mi foto, mi web, todas mis credenciales en mi perfil, mientras que lo único que tenía yo delante era un burro.
Después de más de un día criticándome cada dos por tres por opinar diferente ya se cansó, o seguramente encontró otro tema con alguien que le hiciera más caso. Pero este ejemplo deja clara una cosa, estos haters son un reflejo claro de que la libertad de expresión en Twitter no existe. Uno no puede opinar y razonar lo que piensa porque la legión de burros te atacarán.
Por eso mismo este tipo de personaje es lo que te vas a encontrar cuando tengas una opinión diferente a lo establecido por la mayoría de Twitter. Eso si poner un hater en tu vida te hace darte cuenta de lo impune que se sienten algunos detrás de la foto de un dibujo animado para decir muchas tonterías.