Parece inaudito, pero es cierto. Sí, en nuestra sociedad, hoy, aquí, entre nosotros, hay mujeres que no son libres.
Mujeres que no disfrutan de uno de los derechos básicos, reconocidos en todas las Cartas internacionales: el uso y ejercicio de la libertad personal.
Mujeres que han venido desde lugares muy remotos engañadas, creyendo en una oferta de trabajo honesto, para a la postre ser objeto de los más oscuros intereses, de las mafias escondidas en la negrura y el silencio.
Mujeres que son tratadas como mercancía, desposeídas de toda dignidad, que sufren una vida sin poder de decisión.
¿Imaginan cómo han de sentirse? Piénsenlo. Es algo abominable que hace estremecer.
Esto sucede en verdad en nuestra sociedad.
La trata de seres humanos es una realidad ante la que no podemos, no debemos, permanecer impasibles. Un grave delito tipificado en nuestro ordenamiento jurídico, que no puede permanecer silenciado.
Un fenómeno, el de la trata, que incluye también a los hombres pero que afecta, especialmente y de manera abrumadora, a las mujeres. Adultas, adolescentes, niñas….
La trata de mujeres, en concreto, se plasma en diversos modelos: trabajo forzoso (en condiciones infrahumanas); para ejercer la mendicidad; con fines delictivos (robos, tráfico de drogas); en matrimonios concertados; para la extracción y venta ilegal de órganos; y desde luego, con fines de explotación sexual (tanto prostitución como pornografía).
Este es el problema y la situación que viven.
Pero sin restarle un ápice a la crudeza del problema, lo importante, lo que ha cambiado es que ya no son invisibles.
Todos hemos de tomar conciencia de su situación, porque es la sociedad en su conjunto quien debe, quien puede acabar con esta lacra intolerable.
Lo importante (después de visibilizar el problema), es mostrar que hay soluciones a su situación.
Es difícil, sí. Puede parecer que no hay escapatoria, pero sí la hay.
Sí, hay futuro.
Hay un futuro por encima de las amenazas o las coacciones, de los hechizos y los embrujos.
Hay recursos, hay disposición por parte de la Administración para ayudar a estas mujeres a recuperar su vida.
El pasado mes de julio el Gobierno de la Comunidad de Madrid presidido por Cristina Cifuentes, en el ámbito de sus competencias, aprobó la Estrategia Madrileña contra la Trata de Seres Humanos con fines de Explotación Sexual 2016-2021.
Persigue un objetivo claro: poner fin a este grave delito que atenta contra los derechos humanos, y en especial contra los de la mujer.
Para ello, esta estrategia contempla 5 ejes de actuación, 9 objetivos concretos y 46 medidas, que no solo se ha plasmado en un documento, ya que cuenta con una dotación económica de 7 millones de euros.
La Comunidad de Madrid, a través de la Consejería de Políticas Sociales y Familia, dentro de la Dirección General de la Mujer, ya cuenta con dos recursos residenciales específicos, dirigidos a mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual.
Centros donde se atienden las necesidades de las mujeres que han dado el paso difícil y valiente, de abandonar las tupidas redes de tráfico de personas que las explotan.
Recursos residenciales que garantizan su alojamiento, manutención, y seguridad. No sólo esto, sino que con su asesoramiento y orientación buscan que estas mujeres puedan lograr su autonomía personal.
Realizan un trabajo extraordinario, digno de reconocimiento. Se trata del centro del “Proyecto Esperanza” (su nombre lo dice todo), especializado en mujeres víctimas de explotación sexual que no poseen la nacionalidad española.
El segundo Centro es “Villa Teresita”, de la Congregación Auxiliares del Buen Pastor. Especializado en mujeres que abandonan la prostitución y en marginación social.
Y fruto de la estrategia recientemente aprobada, se creará otro recurso residencial dedicado específicamente a menores víctimas de trata.
Más allá de estos centros residenciales, la Comunidad de Madrid trabaja estrechamente con organizaciones no gubernamentales dedicadas a recuperar la dignidad de las mujeres víctimas de trata, como la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida, APRAMP.
Quienes forman parte de estos proyectos dedican su vida en ayudar a estas mujeres que quieren rescatar su libertad.
Ellas deben dar el paso, sí, pero a todos nos cabe ayudarlas en la tarea de buscar la salida del laberinto.
El pasado quedará atrás. El futuro será mejor. Podrán exclamar: “¡Soy libre!”.
Isabel Redondo es diputada del Partido Popular en la Asamblea de Madrid.