Si hay una ciudad española que llama la atención, no solo por su color, sino por su ambiente puramente andaluz esa es Sevilla. Este lugar alberga algunos de los edificios más famosos del país y, además, destaca por su historia, cultura y gastronomía. Se trata de un destino perfecto para muchos o pocos días de vacaciones.
A tan sólo 6 metros sobre el nivel del mar, en plena Vega y Campiña del río Guadalquivir, y a orillas de éste, conforma una aglomeración urbana que se extiende hacia el Aljarafe, Las Marismas, el Parque Nacional de Doñana, la Sierra Norte y la Sierra Sur.
Sevilla está muy bien comunicada con el resto de la península. Una manera de llegar desde Madrid es en coche cuyo trayecto dura algo más de cinco horas, no obstante, muchos son los partidarios del AVE. El tren te deja en la estación de Santa Justa, en el centro de la ciudad, y además tan solo tarda dos horas y media. Dependiendo de la época del año los precios oscilarán, por ejemplo, en Semana Santa verás cómo éstos suben cada día más.
Sin embargo, una de las épocas más bonitas del año para visitarla es Semana Santa (pese a los precios). Puedes disfrutar de las procesiones por la calle, de las misas y del ambiente que se respira en toda la ciudad con motivo de las celebraciones. Ocurre lo mismo cuando es la famosa feria de Sevilla.
Las antiguas civilizaciones nos han dejado en herencia un rico patrimonio arquitectónico. Entre los muchos edificios podemos encontrar en primer lugar La Giralda de Sevilla, La Plaza de España y El Alcázar, tres de los lugares emblemáticos de la ciudad.
La Giralda es una de las atalayas más privilegiadas que tiene Sevilla, es uno de sus símbolos por antonomasia. Reconocible en el mundo entero, su silueta ha inspirado multitud de obras de arte y además es uno de los monumentos árabes más conocidos del mundo. Ningún visitante puede perderse subir hasta lo alto de la torre y disfrutar de las vistas desde lo alto. Forma parte de la catedral, a la que da lustre y empaque y es uno de los campanarios más hermosos del mundo.
El Real Alcázar es un palacio rodeado por una muralla. Alberga zonas construidas en diferentes etapas históricas en las que se conservan algunos vestigios de arte islámico y, de la etapa posterior a la conquista castellana, un espacio palaciego mudéjar y otro de estilo gótico. Además, es la residencia de los miembros de la Familia Real Española cuando visitan Sevilla, lo que hace que sea el palacio real en uso más antiguo de Europa.
La Plaza de España de Sevilla no tiene nada que ver con la de Madrid. Ésta se encuentra en el Parque de María Luisa y consta de un gran edificio, el más grande de la arquitectura regionalista andaluza, que se construyó pata ser el principal de la Exposición Iberoamericana de 1929. En sus bancos se encuentran los nombres del resto de ciudades españolas, también podemos cruzar por sus puentes y ha servido de escenario para muchas películas. No obstante, el resto del parque de María Luisa es de obligada visita, puedes respirar aire puro, pasear en algún coche de caballos o disfrutar del ambiente del lugar.
Hay tantas cosas más que ver en Sevilla que harán que no te aburras durante tu estancia. Puedes pasarte a ver la Plaza de Toros de Sevilla, El Museo de Bellas Artes, el Archivo General de Indias, la Torre del Oro o las distintas iglesias y puentes entre otros muchos lugares más.
Después de esta ruta histórica y arquitectónica, siéntate en algún bar o chiringuito a probar la gastronomía andaluza y empápate del ambiente sevillano que invade la ciudad. Paseando por su casco antiguo podrás encontrar lugares sorprendentes.
Por todo ello y mucho más, Sevilla es una de las ciudades preferidas por los turistas cuando de España se trata, porque Sevilla tiene un color realmente especial.