diciembre 4, 2024 9:40 am
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Convoy Madrid – Ucrania: un viaje solidario de ida y vuelta

Hablamos con Elena Morales sobre el ‘Convoy a Ucrania’, la iniciativa de un grupo de amigos y familiares que viajó a la frontera de Polonia con Ucrania para recoger a refugiados

Parece que ha pasado un siglo, pero la realidad es que “solo” llevamos un mes de guerra en Ucrania. Cada vez que ponemos la televisión, encendemos la radio, o consultamos nuestro teléfono móvil, nos aparecen imágenes de esta catástrofe que ya forma parte de nuestro día a día, del mismo modo que hace no demasiado lo hizo el coronavirus. Esta sobreexposición puede provocar en el público el efecto contrario al deseado: asumirlo como algo de nuestra rutina y que nos insensibilicemos ante un horror que está, literalmente, ahí al lado.

Hay, sin embargo (y por fortuna), personas que no solo no se conforman con ver este conflicto desde la distancia, sino que han decidido hacer algo y tratar de arrimar el hombro para aliviar el sufrimiento de los ya millones de personas que están huyendo de un conflicto que les ha cambiado la vida en un abrir y cerrar de ojos.

Una de ellas es Elena Morales, quien junto a otras trece personas de toda condición (ella es abogada, había también un periodista, una ama de casa un militar retirado…) se lanzaron a la carretera, rumbo a la frontera con Ucrania, para llevar material que pudieran necesitar quienes lo han perdido todo y, a la vuelta, venir acompañados de varios refugiados que se quedarán en España hasta que puedan regresar a casa.

“Lo vimos por la tele y decidimos que había que hacer algo”, nos cuenta Elena, una de las artífices de este ‘Convoy a Ucrania’ quien, como nos asegura, contó con la ayuda desinteresada de otras muchas personas que también querían poner su granito de arena. “De hecho, fue mi hermano, que se ha dedicado a la producción de cine, el que como si de buscar recursos para una película se tratara se puso a buscar coches, empresas de rotulación etc., para poder emprender este viaje”, asegura.

“Las ONG advierten del peligro de los coches particulares”

Así, el pasado 16 de marzo, trece personas salieron desde Villanueva de la Cañada y otros puntos de la región en siete furgonetas, rumbo a la ciudad polaca de Przemysl, en la frontera con el país ucraniano. Un viaje de muchas horas, que implicó dos paradas en Burdeos y Stuttgart para hacer noche. Eso sí, la tercera ya fue en su destino. “Llegamos a la localidad y todo estaba organizado en un centro comercial, habilitado como centro de refugiados”, comenta Elena, quien vivió ese primer impacto como “duro”. “En el párking hay voluntarios, soldados… y en el interior está la zona de enfermería, de información etc. Ves a la gente durmiendo en colchones en el suelo y eso impacta”.

Aunque se pueda pensar lo contrario, lo cierto es que no les resultó fácil encontrar a personas que quisieran ir a España porque muchos refugiados ya se han ido. Asimismo, Morales subraya que “como es normal, las ONGs les advierten mucho sobre el peligro de ir en coches particulares. Y, aunque nosotros estábamos registrados, con todos nuestros datos en regla, mucha gente no quería venir porque está habiendo mucha trata de blancas”.

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Aun así, gracias a un contacto polaco, entre esa noche y la mañana siguiente fueron rellenando huecos en los vehículos. Igualmente, fueron informando a través de las redes sociales y su canal de Instagram @convoyaucrania de que pasarían por puntos como Cracovia o algunas ciudades de la República Checa para que se fueran uniendo más personas.

Convoy Madrid - Ucrania: un viaje solidario de ida y vuelta 1

Así, y después de dejar el material humanitario que llevaban, consiguieron completar todos los asientos con 29 ucranianos que decidieron probar suerte en nuestro país. “Recogimos sobre todo mujeres y niños, animales… Por ejemplo, en mi coche, había una abuela, la madre, y dos niños, uno de ellos con autismo. Que, aunque, se portaba muy bien, en algunos momentos era complicado”. Una de las principales barreras era el idioma, ya que, tal y como explica la abogada, “salvo un par de chicas, nadie hablaba otra lengua que no fuera el ucraniano. Todo se hacía por Google Translator”. Asimismo, Elena recuerda que “no preguntaban nada, estaban en shock, muy cansados de estar allí”. Eso sí, también nos subraya su amabilidad. “La primera palabra que aprendieron fue gracias”, apunta.

Villarcayo: la solidaridad tiene nombre de un pueblo de Burgos

Las siete furgonetas que llegaron juntas a Polonia regresaron llenas a España, pero con caminos diferentes. Una chica, superviviente del incidente nuclear de Chernóbil, se fue a Donosti con su “madre” de acogida, con quien había compartido varios veranos. Valencia, La Coruña y Madrid también fueron la última parada de algunos refugiados. Pero la gran mayoría se fueron a Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja, un municipio de Burgos con un nombre tan largo como su solidaridad.

“Contactamos con el alcalde de la localidad y desde el primer momento se volcaron”, subraya Elena Morales. “Habilitaron varias viviendas, incluso segundas residencias, poniendo a disposición de quien lo necesitara cuarenta plazas”. Al final se quedaron 12 personas, que fueron recibidas con una gran bienvenida. Fue en ese momento cuando las emociones no pudieron contenerse más y rompieron a llorar.

Porque conviene recordar que se trata de personas iguales a cualquiera que pueda estar leyendo ahora esto y que, de buenas a primeras, se encuentran “con toda su vida en una mochila”. Pero, a pesar de las circunstancias, del cansancio… mostraban, según nos cuenta Elena, una enorme serenidad. “Ni una queja, ni un problema… solo se desmoronaron cuando llegaron y vieron la casa”. En este sentido, el Ayuntamiento de Villarcayo se ocupará de todos los trámites que necesiten sus nuevos vecinos.

“Ha pasado de ser una aventura a una responsabilidad”

Aunque hemos visto muestras de apoyo por todos lados, los miembros de ‘Convoy a Ucrania’ lo vivieron en sus carnes. La gente se ha volcado aportando lo que han podido y, por ejemplo, la rotulación de los vehículos o muchos de los productos que llevaron a Polonia fueron cedidos o aportados por empresas y comercios. De hecho, el dinero que les ha sobrado ya lo han transferido a las familias.

El siguiente paso es seguirles la pista y ver cómo va su nueva vida en España. De algunos ya tienen noticias, confirmándonos que están muy bien y que «la gente aquí es maravillosa». Desde el primer momento se marcaron el objetivo de encontrar sitios en los que pudieran estar juntos, y por eso nos pusimos en contacto con diferentes asociaciones. “Creíamos que lo mejor es que empezaran en un pueblo y crearan comunidad, porque no conocían el idioma ni tampoco podían ocuparse del papeleo”, señala por último Elena Morales.

Eso sí, dejando también muy claro que, de lo que este convoy depende, la historia no termina aquí y que les vamos a seguir ayudando con todo. Al fin y al cabo, “ha pasado de ser una aventura a una responsabilidad”.

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