Es uno de esos sitios por los que todo Madrid ha pasado. Da igual que hayas pasado un día en la ciudad o toda la vida, el mítico «El Brillante«, situado en la ronda de Atocha, es un lugar tan intrínseco de la capital como la Puerta de Alcalá o el Museo del Prado.
Sus bocatas de calamares han maravillado a personas de todas las edades, credo y condición desde mediados del siglo pasado. Y siguen haciéndolo, después de una época complicada por la pandemia.
Aun así, desde el 30 de agosto, ya nada será lo mismo. Y es que en esa fecha nos dejó, con solo 67 años, su dueño, Alfredo Rodríguez. Un hostelero que permanecerá en el recuerdo de todos los que por allí pasaron, y que ahora tendrá una, muy merecida, placa en Madrid.
Así lo ha decidido la Junta Municipal del Distrito de Centro de Madrid, que ha aprobado una proposición para dedicarle una placa, «previo consentimiento de su familia», al capitán del famoso bar.
La iniciativa, planteada por Vox, ha sido aprobada con el apoyo de los partidos del Gobierno municipal (PP y Ciudadanos), que han querido homenajear al empresario que regentó durante más de medio siglo el conocido local.
Un bocata de calamares «universal»
El vocal de Vox José Manuel Menéndez ha atribuido a Rodríguez el mérito de «hacer famoso el bocata de calamares» en toda España, por lo que considera que merece «un pequeño reconocimiento» al «beneficio que ha otorgado a todos los madrileños».
El concejal presidente de Centro, el popular José Fernández, ha añadido que El Brillante «forma parte de la historia de esta ciudad» y que Rodríguez contribuyó a impulsar «la tradición del bocata de calamares».
Ha destacado, además, su implicación social durante la pandemia y que «daba prioridad a los mayores de 50 años» a la hora de contratar trabajadores, al ser consciente de su difícil empleabilidad.
Ambos han criticado la postura de los grupos de la izquierda (Más Madrid y PSOE), que se han abstenido en la votación.
Desde las dos formaciones han alegado que, pese a reconocer el trabajo de Rodríguez, este heredó el establecimiento de su padre, que lo fundó en 1951, y que son sobre todo el propio bar y su bocadillo de calamares «los que han podido trascender más a la ciudad», por lo que estiman que tendrá más sentido hacer el homenaje «al local que al empresario».
Imagen portada: El Brillante