Si alguien pasea por la calle Preciados, a la altura del número 24, puede sentir un agradable aroma a café gracias a la labor del establecimiento de La Mexicana, que además consigue atraer a una gran cantidad de clientes interesados en degustar su delicioso sabor. Ha encantado a tal número de personas, que se ha convertido en la tienda que más vende este producto en el mundo.
El nombre de La Mexicana es un pequeño homenaje a la fundadora de la tienda, Dolores Levil Biel, una mujer originaria de México pero de padres españoles, que a finales del siglo XIX estuvo viviendo en la capital española con el propósito de reunirse con sus progenitores. Quedó encantada con la ciudad de Madrid, por lo que tomó la decisión de asentarse e instalar su propio negocio de venta de café en el año 1890.
En la capital conoció a José Rodríguez, que era un ingenioso trabajador de la empresa, que preparaba su propio café, perteneciente a la marca Joroko. Dolores quería contar con él cuando ella ya no estuviera para encargarse de la tienda, y así fue como en la década de los años 20, Dolores dejó en manos de José el establecimiento, el cual se encargó de comprar y registrar la marca comercial.
A principios del siglo XX, el café era clasificado en tres calidades (A, B y C), y esta tienda siempre vendía a sus clientes el de mejor valor (A), el que conseguía elaborar gracias, también, a la venta de aquellos pertenecientes a la B y C. Este dato refleja que el establecimiento disponía de un café excelente.
La labor de todos estos años, hasta la actualidad, se ve reflejada en el éxito de esta pequeña tienda, que sigue activa. En 1991 entró en el Libro Guiness de los Records como el establecimiento con mayor venta de café, ya que se compra una media de 1.000 paquetes (250 kilogramos) de este producto de manera diaria, aunque en ocasiones esta cifra ha llegado a doblarse.
Desde hace dos años dispone, además de la tienda física, una online, y allí pueden adquirirse sus productos. De momento, no lo ofrecen en cápsulas, por que esto acabaría con el aroma, frescura y calidad propias del café.
Llama la atención el hecho de que no han necesitado ningún tipo de publicidad para darse a conocer, simplemente el boca a boca. Las distintas generaciones familiares, han ido contando a sus allegados las maravillas de este producto, y los grupos de se citaban con otros para poder compartirlo. Además, siempre están los que quedan encandilados con su olor al pasar frente al establecimiento.