Ciudadanía acosada

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Hemos andado distraídos con las citas electorales. Entre unas cosas y otras, se han ido acumulando precampañas, campañas, votaciones, valoraciones de los resultados y nuevas campañas, más votaciones, renovadas valoraciones de los resultados. Un sinvivir, pero muy entretenido. Tertulias, tertulianos, mítines, festejos, debates, anuncios. Dale que te pego con Cataluña, alianzas de gobierno, el Valle de los Caídos, la ultraderechita que deja la casa madre y las crisis de la nueva política.

Pero esto se va acabando. Tendremos alcaldes y alcaldesas, presidentes y presidentas en las Comunidades Autónomas, nuevo gobierno de la nación y un reparto de cargos en al Parlamento Europeo. Intentarán mantener nuestra atención sobre sus problemas internos, de gobierno, o de oposición. Pero la naturaleza anuncia ya el verano, con sus bruscos cambios climáticos y sus vacaciones en el horizonte.

Vuelve la vida a pié de calle. Se adelanta el final de curso acatando esa nueva moda impuesta por algún ocurrente apoltronado. En colegios e institutos, desde primeros de junio, quienes han suspendido intentarán una acelerada recuperación y quienes no han suspendido irán a clase a hacer más bien poco, casi nada, o dejarán de ir a clase por su cuenta y riesgo.

Vuelve como siempre el Banco de España a decirnos que ahorramos poco y alertar sobre la subida del Salario Mínimo a 900 euros al mes, aunque no se haya cumplido su profecía de destrucción de 125.000 empleos. Eso no significa que den su brazo a torcer, sino que se han dado un plazo más largo, hasta 2021, para que el vaticinio se cumpla. Lo que no entiendo es que quieran que ahorremos con 900 euros al mes y con contratos temporales y precarios.

En esto son igualitos que los gerifaltes de la Comisión Europea. Después de habernos machacado con el gasto público y habernos obligado a apretarnos el cinturón hasta la extenuación, vienen ahora con que nos sacan del vagón de cola de los apestados y estigmatizados por el déficit público, aunque nos reprochan que nuestro paro es brutal, nuestros contratos temporales son los mayores de Europa y la desigualdad aumenta a pasos agigantados.

Tampoco lo entiendo, porque si el Estado en todas sus funciones y bajo todas sus formas (Central, Autonómico, Local), se ve forzado por la susodicha Comisión a no invertir en aquello que ayuda a combatir las desigualdades, lo lógico es que el empleo, su estabilidad y la igualdad educativa, sanitaria, en servicios sociales, vayan de pena.

Hemos vuelto a la normalidad. Se nota. Pese a los empleos cada vez más precarios y los salarios depauperados, los precios de la vivienda nueva están a punto de situarse en los niveles máximos del año 2008, justo antes de la crisis. He leído que CCOO alerta de que estamos poniendo los mimbres de una nueva burbuja inmobiliaria, al tiempo que un experto financiero como Manuel Pizarro viene a alertar de que no hemos aprendido de los errores y nos abocamos a una nueva crisis, porque se están propiciando las causas que crearon la anterior.

Mientras andábamos pensando nuestros votos, los precios de la luz, de los alquileres y de la gasolina seguían subiendo muy por encima de nuestras posibilidades. Mis vecinos vuelven a percatarse de lo sucias que están las calles y, para colmo, con el calor, tendremos que volver a abrir las ventanas por la noche y sufrir los ruidos insoportables de las reparaciones interminables de las vías, sin que RENFE, ADIF, Fomento, ni el propio Ayuntamiento, respeten ni protejan el sueño y el descanso del vecindario.

Lo dicho. Volvemos a la normalidad.

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